Se celebraban los 100 años de la llegada de la mujer a la universidad. Como la llegada del hombre a la luna, pero en versión chica. Antes de aquella real orden dictada por Alfonso XIII no nos dejaban, fíjate. Y alguna tuvo que disfrazarse. Eso pasa aún en Kabul, como contaba La Vanguardia el otro día. Había pasado un siglo, ya ves, y un puñado de mujeres más el diputado Iñaki Galdos se reunían en el Kursaal en un ambiente académico y de reivindicación feminista. Entonces le tocó el turno a ella, la pintora donostiarra Marta Cárdenas (foto Mitxelena).
En los discursos anteriores habían proliferado las cifras y los logros, pero en el de Marta Cárdenas se habló de la propia vida. Y de los fracasos que te llevan a encontrar el éxito. La pintora se recordó como una joven feúcha a la que los chicos no hacían caso. Por eso se interesó por el arte, si no, se hubiera dedicado a ligar, como las demás. Relató lo que cuesta que te reconozcan el propio trabajo y más si estás casada con un artista consagrado. La pintora dijo conocer a muchas mujeres que han abandonado su carrera para trabajar por la de su marido. No sería su caso. ‘Yo te acompaño a Estados Unidos para que sigas tu carrera y tú me mantienes para que yo haga mi obra’, le dijo al suyo. Y la hizo. ¿Políticamente incorrecta? ¿Revolucionaria?