Dos médicos cambiaron el curso que iba tomando mi vida. Hay quien sostiene que todo está determinado, incluidos este tipo de encuentros. No lo sé. A uno le vi entre esas paredes RDA del ambulatorio de Gros. No recuerdo su especialidad, ni su nombre. Tampoco su cara, ya ves. Pero no me olvido de su palmada en el hombro. Llegó el calor a aquel ambiente frío.
-Venga, joven. A luchar.
Con el otro me encontré dos veces.
-Haz lo que te digo y dentro de un año recogerás tus frutos.
Y los recogí.
Ayer acompañé a Sara-mi-hija-adolescente al galeno. Julia, la pequeña, no nos dejó intimar.
-¿Qué tal el médico? ¿Te ha gustado? -le pregunté-.
-No lo sé. De verdad. Estoy cansada.
Ser madre tiene estas cosas.