Como hoy no se puede hablar de otra cosa en Donostia hablemos de tambores. Acabo de enviar el libro ‘Con rumbo propio’, de Andrés Martín Asuero al diputado Guridi y por eso añado lo de singladura. Es, dice la RAE, la distancia que recorre la nave en 24 horas. La de los donostiarras es la singladura del tambor.
Mi ruta de los palillos se inició con unas txarangas tan anchas como la calle Matía en el barrio del Antiguo -eran otros tiempos-. Siguió con las angulas -otros tiempos también- a las que una tía generosa nos invitaba a una amiga periodista y a mí en Madrid. Remontaron con la tamborrada popular del Oliyos, combinada, a las pocas horas, por la misa de Santa María y los niños de Euskal Billera. Era una reportera local con las emociones incentivadas por la falta de sueño. Mi recorrido capta la imponente presencia de los tamborreros de Ollagorra por la Parte Vieja antes de la arriada y termina como madre en la Tamborrada Infantil.
¡Feliz singladura del tambor!