Que mi madre me llamara a las 9 de la mañana el día de San Sebastián no presagiaba nada bueno.

-La tía se ha caído y no puede apoyar el pie. ¿Adónde podemos llamar?

Prometí devolverle la llamada en 5 minutos mientras maldecía mi mala costumbre de no ultimar los preparativos la víspera.

Al rato sonó de nuevo el teléfono.

-Que dice la otra tía que podrían llamar a la telealarma. Seguro que sirve en estos casos.

Me felicité por este guiño del destino.

Acabada la Tamborrada Infantil, la familia había pasado por Urgencias pero mantenía la idea de comer fuera de casa. Sortearon tamborradas, anduvieron el tramo peatonal que el taxista no pudo  evitarles y llegaron a la planta menos uno sin ascensor donde el resto nos encontrábamos

-Ya le decía a mi hermana -comentaba la mayor de las hermanas, de 91 años, cuando recuperó el aliento-. En casa no podíamos comer. No había nada preparado.

Foto: Steve Bloom.