El amor es una barca con dos remos en el mar. Un remo lo llevan mis manos, el otro lo mueve el azar. ¿Quién no escribió un poema huyendo de la soledad? ¿Quién a los 15 años no dejó su cuerpo abrazar? Y quien, cuando la vida se acaba, y las manos tiemblan ya, quién no buscó ese recuerdo de una barca naufragar.
Todo esto pasaba por mi cabeza anoche mientras hacía besamel (¿qué dirá el María Moliner de esta palabra?). Y me preguntaba, por cierto, cómo evitar los grumos.
No sabía que me gustara Mari Trini.