Yo nunca estuve en Sudáfrica. Todo empezó, supongo, con aquel profesor de Historia en cuyas clases sólo pensaba en dormir. Asomó su patita en la Universidad, en aquella exposición donde aprendí quiénes eran los boers.
Reincidió en mi faceta de periodista primeriza, adjunta a un equipo de investigación. Glup. Mi jefe, gafas oscuras y cuello subido, me encargó un listado con las empresas españolas que comerciaban con el país del apartheid.
Sonó algún tiempo como música de fondo en forma de canción, con el estribillo de Mandela.
Reapareció el año pasado con una crónica de Jon Carlin sobre el 90 cumpleaños del líder sudafricano.
Ayer también sonó. Escuché al periodista británico que cuando Mandela salió de prisión, sus más feroces enemigos cayeron a sus pies, enamorados.
Con los años, la cuestión regresa en forma de pregunta:
¿Qué le pasó a Mandela en la cárcel?