Hoy cumpliría 74 años Robert Nesta Marley, conocido como Bob Marley y apodado Tuff gong (piedra volcánica) por su fuerza física. Nació en Nine Mile, Saint Ann, Jamaica. Hijo de una mujer afro-jamaicana y de un jamaicano blanco de ascendencia inglesa que en cuanto nació su hijo, le dijo a su mujer que el hijo era de ella y solo de ella pero eso sí, le ordenó qué nombre tenía que ponerle.
Cuentan que Marley empezó a escuchar música en las emisoras estadounidenses que se captaban desde Jamaica y que hasta los siete años leía la mano de la gente y que dejó de hacerlo porque acertaba. Supersticiones o leyendas aparte, lo que sí que forma parte de la historia musical es el grupo que formó, Wailing Wailers, junto a dos amigos. Aunque se separaron durante un tiempo, más tarde se convirtieron en The Wailers.
Marley conducía un BMW y decía que no lo hacía por ser un coche caro y bueno sino porque las iniciales coincidían con Bob Marley and The Wailers. Conocido es que se acercó mucho al movimiento rastafari y siempre fue un hombre con ideales políticos. Tanto es así que en 1976, Marley, su mujer y su manager fueron disparados en la cocina de su casa y se piensa que el asalto pudo tener motivaciones políticas.
Cuando escucho cualquiera de sus canciones, no puedo evitar las ganas de bailar y de pensar que somos nosotros quienes a veces hacemos la vida complicada. Cuando veo a mi sobrino Bruno escuchar sus canciones como lo hago yo, siento que nos une algo muy especial.
El rey del reggae murió en 1981 a los 36 años en Miami, después de padecer un cáncer que se lo detectaron gracias a un pisotón jugando al fútbol, deporte que le apasionaba, pero se negó por su religión a que le amputaran un dedo. A su funeral fueron unas 30.000 personas a despedirle como a un héroe nacional en un estadio de Kingston, pero no mucha gente sabe que fue enterrado con una guitarra Gibson Les Paul, una pelota de fútbol, una biblia y un cogollo de marihuana.
Porque como decía Marley, “La vida es una carretera con muchas señales”. Lo importante es aprender a leer esas señales y si uno toma el camino equivocado, buscar el primer cambio de sentido.