A quién corresponda = al inventor de la bisutería.
En esta vida cíclica que tenemos, es lo que vuelve a tocar. Lunes, y esta vez gris y lluvioso en el norte, que ya venía tocando también. Hoy me he despertado un poco rabiosa, a pesar de haber leído una noticia buenísima en el Diario Vasco. Cierran nuestro “humilde” Zara del Mercado San Martín, para estar de aquí a un tiempo, a la altura de los de la Gran Manzana.
Para la edad que tengo, voy acumulando joyas, pero pocas, muy pocas. La mayoría de mis adornos son bisutería y aunque lucen igual, ¡es imposible que me duren más de una semana del mismo color!
Me explico. Tengo infinidad de anillos, colgantes y broches plateados y dorados. Según me de el aire, o vaya vestida, me pongo unos u otros. (Chicas, sabéis de qué hablo).
Pues bien, tras años de utilizar abalorios baratos, y cuidarlos como si fueran del mismísimo “Tiffany”, corroboro lo ya sabido por todas. Lo plateado se vuelve dorado, y lo dorado se vuelve plateado tras su uso. Y digo yo, ¿tan difícil sería dejarlo igual, con lo poco que cuesta, y sin que se nos quede el cuello verde?