Cinco horas y 33 minutos. Con un pequeño intermedio cumplidas las tres horas. Eso es lo que hemos estado con el “Carlos” de Olivier Assayas en el Gran Theatre Lumière. Algunos han desertado a la mitad, pero muchos cientos de personas hemos visto de tirón la versión larga (habrá otra de dos horas y media) de “Carlos”, incluido el equipo de la película, a no ser que se hayan ido aprovechando la oscuridad y hayan regresado para escuchar la larga ovación que se les ha dispensado. Se trata de un pormenorizado seguimiento a las andanzas de Carlos Ramírez, el esquivo terrorista de origen venezolano que se describe a sí mismo como “un soldado de nuestra causa” y que durante los años 70 y 80 trabajó primero para el Frente Popular para la Liberación de Palestina, después para los soviéticos, y siempre para sí mismo, a su aire, siguiendo su propia disciplina y saltándose la de aquellos a quienes supuestamente servía. Ahora cumple condena por el único delito por el que se le ha juzgado de momento, de entre las muchísimas acciones, atentados, secuestros y asesinatos a sangre fría en los que participó, según va explicando el filme.
Assayas, con producción de Canal+ pero con estilo absolutamente cinematográfico, hace una reconstrucción minuciosa, con una asombrosa producción para reproducir todos los detalles de la época, en mil escenarios internacionales y consiguiendo que no sea excesivo el lío de personajes, planificaciones, traiciones, peligros, persecuciones, espionajes, exilios y acogidas de un hombre sin patria, sin casa, pero capaz de encontrar una mujer tras otra que esté a su lado y alimente su lado gigoló, incluso paternal. Un hombre pagado de sí mismo, pero que se cree entregado a los desfavorecidos. El trabajo de Edgar Ramírez es admirable, apabullante, incluso engordando considerablemente para la última parte del filme, cual Robert de Niro.
En sus primeros tiempos anticapitalistas y supuestamente revolucionarios, Carlos parece mirarse en el Che, otro personaje que nos dio hace un par de años una sesión de cuatro horas y media aquí en Cannes. Pero “Carlos” es más redonda que la biografía sui generis elaborada por Steven Soderbergh. Y Assayas no se corta con su bien conocida afición a la música indie de los 80: suenan Feelies y New Order entre otros…aunque la acción esté en los 70.