No es un nuevo director, ya va por su quinto largometraje. Pero con una Sección Oficial practicamente copada por directores bien consagrados, que deja poco tiempo para escarbar en secciones más abiertas a los nuevos nombres como Un Certain Regard o los festivales paralelos Quincena de Realizadores y Semana de la Crítica, elegimos a Joachim Lafosse como el descubrimiento de este año en Cannes, ese nombre a añadir ya a la lista de directores a seguir de forma imprescindible en sus próximos pasos.
Á perdre la raison se presentaba en Un Certain Regard, pero está entre lo mejor que uno ha podido ver en este Cannes irregular, una película redonda y equilibrada como pocas de las que se han visto en la Sección Oficial. En Á perdre la raison ocurre un drama familiar terrible, pero todo está contado desde lo imperceptible, desde esas pequeñas cosas que van creando el caldo de cultivo para un derrumbe emocional. La película comienza directamente con una mujer desesperada en su cama de hospital pidiendo que no se lleven a otro país a los cuatro muertos. Vemos los cuatro ataúdes entrar en un avión. Y el resto de la película va desgranando la identidad y el porqué de esos muertos. Y ese porqué está hecho del día a día de una familia peculiar. Un joven marroquí que en su niñez fue adoptado por un médico belga, tras casarse por conveniencia con la madre, tiene una excelente relación con el padre (interpretado por el veterano y espléndido Niels Arestrup). Ahora el chico se va a casar y la nueva esposa acepta ir a vivir a la casa de su suegro, un hombre en principio afable y acogedor, que sin embargo va tejiendo una casi imperceptible red de dominio, en connivencia con las reglas sociales que subyacen en la cultura del joven marroquí. El devenir de esa mujer progresivamente atrapada es el hilo conductor de un drama muy sutil, sin estridencias, con una gran capacidad de observación de la evolución de los personajes, y con momentos conmovedores, como los tres minutos de plano fijo de la extraordinaria actriz Emile Dequenne, mientras canta una canción en el coche, que describe a la perfección la sensación de pérdida y derrota que la joven mujer experimenta. Una película de fina y precisa caligrafía, que esperemos que encuentre distribución en España.