La incógnita era: ¿podrá superar Alejandro González Inárritu su divorcio con el guionista Guillermo Arriaga con el que logró fama y respeto con ‘Amores perros’, ’21 gramos’ y ‘Babel’? La respuesta es, básicamente, sí. En ‘Biutiful’ demuestra de nuevo que es un director con mucho talento, creador de imágenes fascinantes y subyugantes y buen director de actores a los que pone siempre en situaciones tensas, a veces extremas. En ‘Biutiful’ ya no hay ruptura de tiempos, ni desorden en la narración, sólo un prólogo y epílogo atemporales. Pero lo básico del cine de Iñárritu sigue ahí. Vaya por delante que uno nunca se termina de emocionar con las desgarradas tragedias del cine de Iñárritu, sólo ‘Babel’ me convenció a pesar de su artificiosidad. En ‘Biutiful’ vuelven a acumularse las desgracias, en una Barcelona deprimida, angustiosa, exageradamente oscura, que hasta en la plaza de Cataluña parece haber miseria y desolación. En ‘Biutiful’ hay de todo: tráfico de drogas, explotación laboral, paternidad desesperada, enfermedad terminal, adulterio con muy mal rollo, inmigración apaleada…Iñárritu global y defensor de los desasistidos y perdedores. Todo tiene ese look un poco impostado como para que funcione la denuncia social, pero los fans de su cine volverán a salir conmovidos. A uno le cuesta llegar a ese éxtasis, pero reconozco que es un cineasta con un estilo y un mundo muy propios. Y que le ha dado a Javier Bardem otro papelón que será admirado internacionalmente. En el pase de prensa de ayer ya hubo aplausos para su nombre en los títulos de crédito iniciales.
Diez minutos después de terminar ‘Biutiful’, en otra sala del Palais, empezaba ‘Tamara Drewe’, de Stephen Frears, que está fuera de concurso. Con el corazón encogido por Inárritu y la lengua fuera por la carrerita para cambiar de sala, recibimos con gusto una comedia de enredo pequeña pero ingeniosa, que se desarrolla en una insólita Inglaterra fantasiosamente soleada. Basada en un cómic de Posy Simmonds y sin estrellas en su reparto, se inicia en una curiosa granja con encanto en la que se alojan escritores para encontrar un lugar de paz donde terminar sus novelas. Cambios de parejas, frustaciones, el batería de una banda rockera y dos adolescentes del pueblo que lo lían todo, dan para hora y media larga con momentos muy divertidos y un humor negro de línea clara. Un oasis entre tanta película dramática y/o sesuda.
‘Carancho’ es la palabra que utilizan los argentinos para referirse al buitre. No al ave, sino al tipo sin escrúpulos. Es la nueva película de Pablo Trapero, el de ‘Familia rodante’ y ‘Leonera’, con un tema muy original: al parecer en Argentina hay todo un negocio con las primas de seguros que se cobran por accidentes automovilísticos, y una especie de abogados tramitan los asuntos y se llevan un buen pellizco. Toda una mafia, con sus peligros. Es una película que lleva al Iñárritu impactante de ’21 gramos’ a un terreno más efectivo y natural. Todo se desarrolla entre los casos que llegan al hospital, la violencia entre los implicados en el negocio, y los choques de coches, pero tanta sangre e impacto emocional no se ve gratuito, sino la materia para un thriller dramático de tensión creciente y muy bien construida, con impresionantes actuaciones de Ricardo Darín y Martina Gusman (ambos recientes visitantes del Fesitval de San Sebastián). Una de las mejores películas que se han visto hasta ahora en Cannes, aunque está en Un Certain Regard.
Y lo de Godard…pues lo que sólo puede hacer él. En un crucero, imágenes de sus distintas dependencias, con personajes inconcretos que van y vienen (entre ellos una Patti Smith que parece un zombie paseando su guitarra) y frases inconexas y referencias político-sociales más bien abstractas. Se llama ‘Film Socialisme’, está rodada en vídeo digital (en algún momento de la proyección la imagen se pixeló) y tiene secuencias como aquella en la que dos mujeres se sientan a una mesa y una suelta una perorata sobre la geometría. La otra le responde: “Do re mi fa sol la si”. La cosa podría durar una hora como seis. No había subtítulos en inglés, sólo palabras sueltas a modo de subtítulo poético o así. Otra boutade de Godard que a última excusó su presencia en Cannes con una carta en la que decía que no podía venir por “asuntos griegos”. Como nadie pretende entender a Godard, y sólo es posible amarlo u odiarlo intuitivamente, no pasa nada.