Destino. Es una palabra muy cruel cuando apenas mides 1,80 y tu físico no es precisamente privilegiado. Es duro cuando te dicen “chaval, no vales para esto. Nunca vas a llegar a nada”. Pero, ¿alguna vez has deseado algo con tanta fuerza que absolutamente nada te va a privar de conseguirlo? Iker Urreizti sí.
Supuestamente, el destino de Iker Urreizti no era ser jugador profesional de Baloncesto. Cuando tienes más de 2,00 y tus condiciones son las adecuadas, el camino es más sencillo; pero si litaralemente eres un enano, si no eres especialmente rápido, ni fuerte… Sólo hay una manera de conseguirlo: Desearlo tanto que cuando te despiertes por la mañana estés dispuesto a invertir cada segundo del día en alcanzarlo.
El típico anuncio de zapatillas con Kobe Bryant o Steve Nash tirando y metido en el gimnasio durante horas, con nada más que su soledad y un balón de Baloncesto, tiene su versión anónima en Iker Urreizti.
Por eso, es difícil pensar en La Jaula sin relacionarla con Iker Urreizti. Pasó tantas horas tratando de mejorar sus fundamentos en esa vieja pista con suelo de piedra rodeada de barrotes de metal, que cuando se hizo público que iban a tirarla, él y su hermano Joseba amenazaron con encadenarse a ella para impedirlo. Cuando yo era cadete nuestro entrenador, Aitor Uriondo, solía contarnos la historia de que una Nochevieja, a eso de las doce y media, cuando todos sus amigos estaban ya de juerga, Iker estaba en La Jaula haciendo tiro bajo la tenue luz de los focos. Eso es desearlo con todas tus fuerzas. Eso es lo que marca la diferencia.
Iker Urreizti tenía el sueño de convertirse en jugador profesional de Baloncesto y de jugar en la ACB. Muchos le dijeron que no lo conseguiría, que nunca llegaría a nada. Pero no les escucho y lejos de rendirse, entrenaba hasta ocho horas diarias, incluyendo la sesión con su equipo, otra con el primer equipo del Askatuak, más un entrenamiento de técnica individual con José Ángel Samaniego y otro de preparación física con Juan Carlos Comas (un auténtico maestro del deporte y de la vida).
Sólo con pensar en la sensación de cansancio que debía sentir cada mañana al levantarse… Porque te duelen algo más que las piernas en ese momento, te duele toda el alma y es difícil encontrar una razón para abandonar la cama e irte a entrenar. Pero si de verdad te gusta, lo haces. Comas le ayudaba en este sentido, obligándole a colgar carteles en su cuarto, en hojas de papel escritas a boli, con mensajes tales como “No dejes que nadie te diga lo que no puedes hacer“.
Un día, Iker estaba entrenando tiro con Sama, pero se encontraba fatal, el cansancio le había afectado al estómago y las arcadas comenzaron a aparecer. Por supuesto, no estaba metiendo ni una. Sama, ahora entrenador ayudante del Kalise Gran Canaria, harto, decidió parar la sesión. “Me tienes cansado, anda, vete a vomitar de una vez y cuando hayas terminado, vuelves y empezamos a entrenar en serio“.
No quiero ni pensar en todas las batallas de orgullo y la fuerza de voluntad que tuvo que necesitar. Pero lo consiguió. Sin enchufes. Sin padrinos. Sin nadie que apostara por él en su tierra, Gipuzkoa. Por eso ha tenido que desarrollar toda su vida profesional lejos de casa. ¡Qué injusticia!
Pero todo su trabajo tuvo su recompensa y ahora, Urreizti lleva más de una década como jugador profesional de Baloncesto. Tres ascensos a la ACB le contemplan, así como otras tantas temporadas jugando en la máxima categoría. Y este sábado hará historia convirtiéndose en el jugador que más partidos ha disputado en la Liga LEB Oro, con 351.
Iker Urreizti es un ejemplo de superación, de tesón, de ‘cojones’. Si quieres algo de verdad, ve a por ello con todas tus fuerzas, pero no te dejes nada. Y no le dejes nada al destino. Eso implica mucho valor e Iker lo tuvo, siempre lo ha tenido.
Enhorabuena Iker, no por el récord, sino por toda tu carrera. Se que no fue fácil.