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Puerta atrás

Una lección que Javi Marín nunca olvidará

¿Se acuerdan de Javi Marín? Ese escolta de tiro exquisito que jugaba con el número 10 en el Askatuak de Josean Aldalur. Era un equipo humilde, pero qué grande era. Con jugadores de casa caminaba con la cabeza bien alta en la Liga LEB, entre otros, con Ángel Larrea, Iván Pérez, Fernando García, Ladis Segurola, Igor Ormazabal, Toni Torres y Javi Marín.


Marín… cómo nos gustaba a los chavales de la época. Cuando metía un triple nos poníamos a gritar y a saltar como posesos, y si además se giraba a su defensor para apuntarle con el dedo y dedicarle a la voz de “en tu cara”, entonces ya nos volvíamos completamente locos. Para nosotros siempre jugaba poco, se merecía más, seguro, nunca era suficiente. Qué bueno era…


En la temporada 1996/97 el Askatu pasaba por un momento dulce de juego y resultados, lo que le permitió meterse en la Copa Príncipe, que por aquel entonces disputaban los ocho mejores equipos de la primera vuelta en la LEB. Aquella edición del torneo se disputó en la localidad catalana de Pineda de Mar y el favorito indiscutible para llevarse el título era el Fuenlabrada, con una pléyade de estrellas que lideraba Velimir Perasovic, uno de los mejores escoltas que han pasado no sólo por la LEB sino también por la ACB.


En cuartos de final el equipo guipuzcoano se cruzó con uno de los gallitos de la LEB, el Cajasur de Joe Alonso. La lógica dictaba que los andaluces pasarían, pero un aguerrido Askatu jugó de tú a tú frente a un rival superior, llevó el partido a su terreno, con tángana de Edu Pascual incluida, y se acabó llevando un triunfo que le mandaba a las semifinales, donde esperaba el coco, el Fuenla de Peras.


En un partido épico, Askatuak aguantó el ritmo de Ferrán López, Ime Oduok o Salva Guardia, que siempre llevaron la manija del partido y el marcador. Las diferencias rondaron habitualmente los 10 puntos para el equipo de Óscar Quintana, pero el Askatu, a base de arreones de orgullo, lograba de vez en cuando dejar su desventaja en cuatro o seis puntos. A Javi Marín le tocó bailar con la más fea, que además, era su ídolo.


Entre tanto, llegó el último cuarto y Aldalur decidió que para ganar había que cambiar el ritmo y ordenó a sus chicos presionar en toda la cancha. La alternativa estaba funcionando y el Fuenlabrada se vio contra las cuerdas.


Peras, que para entonces ya lo había ganado todo en el máximo nivel europeo, no iba a dejarse intimidar. El chico que le defendía tenía las pulsaciones demasiado altas.


El Askatu echaba el aliento en la nuca del Fuenla y tras una canasta donostiarra, cuando los madrileños iban a sacar de fondo, Perasovic lanzó, sin venir a cuento, un codazo en la cara de Javi Marín. La tángana estaba servida y, tras recibir el golpe, Javi perdió los papeles por completo, corrió hasta colocar su frente contra la el croata, ése al que tanto admiraba, y le soltó a voz en grito: “¡Hijo de puta yugoslavo, muerto de hambre; al siguiente codo que me metas te mato, cabrón!”.


Mentar a la madre del croata, utilizar el término yugoslavo con la guerra tran reciente y la amenaza de muerte, podían ser algo habitual conociendo cómo es Javi Marín dentro del campo, pero, ¿lo de muerto de hambre? Siempre se ha dicho que cuando Perasovic llegó a España sólo ponía dos condiciones para firmar sus contratos: Las llaves del pabellón y agua caliente en casa. Pero para entonces, Peras cobraba unos 27 millones de pesetas de la época, limpios del polvo y paja, es decir, más que toda la plantilla del Askatu junta. Me puedo imaginar la cantidad de veces que desde ese día se le habrá pasado por la cabeza esas palabras a Javi…


 


El partido lo acabó ganando el Fuenlabrada, también el título y, unos meses después el ascenso a ACB. Pero la imagen que dejó el Askatu fue sensacional. Al termino del partido, Marín se acercó a su par y le dio un abrazo en señal de paz y, sobre todo, de perdón. Pero ninguno dijo una palabra. Durante la ducha Marin tuvo un buen rato para comenzar a arrepentirse de lo que había dicho…


Los jugadores donostiarras fueron subiendo al autobús, pero antes de salir, alguién se acercó a felicitarles. Era Moncho Monsalve, que quiso reconocer la labor del equipo. Pero cuando el entrenador se bajó, otra persona subió por las escaleras.


Era Velimir Perasovic. Un caballero. Se acercó a las primeras filas y, con la atención de todos los jugadores, dijo (siempre con su carácterístico acento balcánico): “Vosotros vascos nunca os dais por vencidos. Buen partido”. Este gesto hizo feliz a toda la plantilla guipuzcoana. Pero Peras no había acabado, se adentró un poco más en el autocar, hasta llegar al asiento que ocupaba Javi Marín.


Avergonzado por lo que había dicho, el escolta donostiarra articuló unas palabras en forma de disculpa, pero antes de que pudiera terminar, Perasovic respondió: “Lo que pasa dentro de las cuatro líneas del campo queda dentro de ellas, no tienes nada de que disculparte”.


Ese día Javi Marín recibió una lección que jamás olvidará. Y si ya admiraba a Velimir Perasovic, desde ese día, siente auténtica veneración. Y no es para menos.


Con gestos como éste, Peras demuestra que las canastas que metía no eran lo único que le han convertido en un mito de nuestro basket. Javi Marín lo sabe muy bien.

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