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Puerta atrás

El misterioso caso de la maldición del base (I)

Desde que el GBC es Bruesa dos constantes acompañan al club: Jamás se ha repetido en la misma categoría dos temporadas seguidas y ningún jugador ha conseguido convencer como el base referente del equipo.


Como la primera de estas dos circunstancias invariables está cerca de dejar de serlo y, por fin, nos vamos a bajar del ascensor para quedarnos en el piso de arriba; lo que toca es investigar la misteriosa maldición que impide a todo base que pasa por San Sebastián convertirse en esa necesaria figura de referencia, el director de orquesta que consiga que la banda suene bien. Ninguno de los catorce bases que han pasado por el equipo en cinco temporadas han acabado de convercer para convertirse en el base titular del Bruesa GBC.


Uno de los primeros síntomas de este mal endémico es que, hasta esta temporada, en todas y cada una de las anteriores se ha incorporado un jugador para este puesto mediada la temporada, en todos los casos salvo en uno (el de la lesión de Galiea) la razón era evidente: algo no funcionaba. En esta campaña que llega a su fin Laso ha apostado por la establidad y no ha habido fichaje alguno, incluyendo el puesto de base.


Pero ahora vamos a dedicarnos a echar un vistazo al bagaje del puesto maldito en su corta historia del Bruesa, comenzando en esta primera entrega por los dos primeros años de Porfirio Fisac en el banquillo y dejando para la segunda el descalabro del primer paso por la ACB y las dos temporadas con Laso al frente.


El segundo advenimiento de Gipuzkoa Basket y el inicio de la maldición (Liga LEB2)


El inquietante misterio comienza con un nombre y un apellido: Leandro Lauro. El de Neuquén fue la primera de las que vamos a llamar ‘apuestas personales’ de Porfirio Fisac. Y el primero de una importante lista de fracasos de las mismas (¿Dragusin y Amador para ACB? ¿Ordín selección? Viento sibilante y plantas rodadoras…)


Lo cierto es que Lauro no tenía mala pinta. Reconozco que las cinco personas sentadas en la grada durante el primer entrenamiento de la etapa Bruesa (Lolo Encinas, Jordi Llopis, José Vilariño, David Rodríguez y un servidor) además de disfrutar de los iurgijuegos, comentamos que Lauro tenía maneras. Pero no se adaptó. Nunca se hizo a vida lejos de Argentina. Y, en consecuencia, jamás se sintió cómodo sobre la pista. Lo que se intuía un buen director y un gran pasador, de lo que no pasó fue de discreto y fue una de las causas por las que el equipo en teoría favorito al ascenso se estrellara y acabara cayendo en primera ronda de play-off.


El mal juego de Lauro significaba que Pepe Llorente tuviera que contar con muchos minutos. Pero el de León ni era realmente un base ni su físico le permitía ser titular en esta liga. Un tirador apañado y poco más, tuvo algún buen partido. Bastante hizo…


Como consecuencia de un evidente problema en la dirección de juego, llegó al club Ricardo Uriz desde Bilbao, donde apenas contaba para Vidorreta en la ACB. Llegó y hasta la fecha es el jugador que más partidos ha jugado con la camiseta de Bruesa y eso es por algo. Mejorando abismalmente lo que había, tampoco se crean que Uriz se salió. En mi opinón, esa y la primera en ACB son las peores temporadas del navarro en el club.


Resultado en el puesto de base: decepción. Lo mismo que la temporada, que acabó ascenso en los despachos, aunque alguno se lo apunte como deportivo..


El éxito de la Liga LEB y dos misteriosos desencuentros


La mejor temporada del la historia del Bruesa es ambigua en lo que al puesto de base se refiere. Cuatro pasaron por el equipo, todos los hicieron muy bien. Dos se quedaron la temporada siguente, marchándose el mejor de todos y saliendo por la puerta de atrás un José Luis Galilea al que se maltrató (algo que siempre quedará en el debe de Miguel Santos).


La temporada la comenzaron Galis, Uriz y Santamaría.


José Luis Galilea. Con este tipo hay que quitarse el sombrero, poca gente sabe de la implicación, el liderazgo dentro del vestuario y su absoluto compromiso tanto como jugador y, después, como entrenador ayudante. Cuqui, como le conocían sus compañeros, se lesionó y en lugar de borrarse hizo dos cosas: Aportar su experiencia vestido de traje en el banquillo (en la dinámica de grupo ejercía como una especie de hermano mayor de los jugadores, que le tenían en un pedestal) y trabajar incasablemente con Eugenio Rodríguez en su recuperación. Para mí, con una excelente versión de Porfirio Fisac, que fue el principal artífice del éxito, Galis fue uno de los mayores responsables del ascenso.


La recompensa a todo lo que hizo -¿Cuántos se habrían borrado tras caer lesionados?- iba a ser el puesto de director deportivo, un cargo para el que parecía la persona ideal; habiendo jugado en ACB, Euroliga, LEGA, Liga Griega y LEB, conocimientos y contactos no le faltaban  el club ya lo conocía. Todo parecía hecho y Galis se había comprado incluso un piso en Donosti. Pero ese verano sucedió una de esas historias de las que nunca sabremos toda la verdad, cargada de egoismos, enfretamientos personales y envidias. El resultado fue la triste e incompresible salida por la puerta de atrás de un tipo que, por contra, merecía un homenaje.


Voy a guardarme lo que pienso de esa vergonzosa situación… Pero el club perdió un importante efectivo que le habría permitió no cometer errores que todavía hoy ocurren. Este club jamás tendría que ser el cortijo privado de nadie. Nunca entenderé por qué se portaron tan mal con José Luis Galilea. Yo sólo puedo darle las gracias y mostrar admiración.


Después, tenemos que volver a Ricardo Uriz. Su mejor temporada con la camiseta del Bruesa, haciendo de todo y todo bien, uno de los mejores jugadores del equipo. Actuando como un verdadero base, la llegada de Lewis le benefició muchísimo porque se complementaron a la perfección e incluso funcionaban a las mil maravillas juntos sobre el parqué, pudiendo Uriz aprovechar su versatilidad. Esa temporada Uriz cerró muchas bocas y se ganó seguir y jugar en la ACB.


El tercer base fue Jon Santamaría, que también brilló en su papel, pero despliegue fue sobresaliente en las cosas que no se ven. El mayor mérito de Santa era no cometer errores, salía a pista y cumplía, llevaba al equipo con sobriedad y jamás se resentía el juego; al contrario, muchas veces Jon incluso daba una vuelta de tuerca al partido.


Y por último llegamos a Danny Lewis. ¡Qué delicia de jugador! Sin duda uno de los mejores bases que han pasado por el club, en cuanto a talento probablemente, el mejor. Diamond llegó a Donosti mediada la temporada para suplir la baja de Galis y aterrizo pasadísimo de peso y totalmente fuera de forma. Pero por suerte el Bruesa cuenta con un activo importantísimo en Eugenio Rodríguez, un maestro de la preparación física. Eugenio obró su magia y en un tiempo récord Danny parecía hasta delgado…


Lo cierto es que si no hubiera llegado Diamond Lewis difícilmente habríamos subido. Mandaba con personalidad; anotaba, de tres, en penetración, con tiros de media distancia y también, haciendo valer el mote de culopollo que le puso el Gasca, con su exquisito juego al poste bajo. Sin embargo, todo esto lo superaba siendo el jugador ideal al darle el balón en los momentos decisivos; los gestionaba como un maestro, dándosela siempre al jugador adecuado o anotando él mismo. Varias canastas decisivas durante los play-off llevaron su firma y también alguna que otra asistencia. Fue el líder en la pista e hizo delirar al Gasca en algún partido inolvidable.


Entonces, llega la pregunta: ¿Si convencía en el campo porque se fue? Muchos aficionados me han comentado que su salida fue inexplicable. Pero no lo fue. El problema no fue su juego, ni nada dentro de la pista, sino algo que paso fuera de ella; un incidente que quizá cuente en otro post y que significó la cruz definitiva para él en el club. Ya les digo, quizá lo guarde para otro relato porque la historia merece capítulo aparte. Quizá…


Por ahora, vamos a dejarlo aquí y el viernes volveremos con la segunda parte de la inquietante, misteriosa y perenne maldición que nos persigue a la hora de encontrar el base que siempre hemos soñado para que guie los destinos de nuestro Bruesa GBC. ¡Les espero!

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