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Puerta atrás

El misterioso caso de la maldición del base (II)


La segunda parte del caso que nos ocupa, el de el inexplicable aunque inevitable naufragio de los bases que han pasado por el Bruesa a la hora de lograr ser el timón que guie la nave, comienza en la Liga ACB.


Habíamos dejado la historia en la mejor temporada del club, la más ilusionante, la más mágica, aquella que devolvió a Gipuzkoa a la élite después de una catarsis en el Gasca frente al León. Pero la campaña que siguió a esa en absoluto colmó las espectativas generadas, con un club aún en pañales, un entrenador que no conocía la categoría y un equipo que no daba la talla, el descenso era una consecuencia lógica y el tramo final de temporada fue realmente frustrante. Desde luego, también lo fue la temporada en lo que al puesto de base se refiere…


La decepcionante primera aventura en la ACB


La referencia principal en la dirección de juego y uno de los fichajes estrella en la primera presencia del club en la élite del Baloncesto español fue Nacho Ordín. Y el problema principal con el ex del Granada fue que esperabamos de él algo que no era y jamás pudo cumplir con las espectativas. En los albores de la campaña, una persona realizó unas declaraciones públicas señalando que Ordín podría llegar a jugar con la selección española. Unas palabras realmente osadas… En ese momento, España acababa de proclamarse campeona del mundo y sus bases eran Calderón, Cabezas y Sergio Rodríguez. Un aficionado medio, que no conociera a Ordín y que confiara plenamente en aquél que se atrevió a decir tales palabras, ¿qué podía esperar del nuevo base del Bruesa?


Por supuesto, Nacho jamás pudo ofrecer un nivel acorde a aquellas declaraciones. Era un escolta en el cuerpo de un base, con un gran tiro pero sin lo necesario para dirigir a un equipo de ACB como base titular. Una cosa es ilusionar a la gente y otra muy distinta vender motos sin ruedas. Y que conste que yo no puedo decir una mala palabra de Ordín, mucho menos cuando después de cada derrota los que estabamos en la zona mixta podíamos verle salir del vestuario con lágrimas en los ojos y quedándose después de cada entrenamiento a tirar. Ordín lo dio todo pero pusieron sobre sus hombros un peso con el que no podía cargar.


Los otros dos bases de la plantilla fueron Uriz y Santamaría. Afrontamos una temporada en la ACB con Ordín, Uriz y Santamaría en la nómina de bases -es un dato objetivo, no un jucio de valor, que cada cual juzgue si era o no el trio adecuado-.


Ricardo Uriz merecía seguir y se apostó por él, pero a la hora de recibir oporunidades para jugar sucedió como con Doblas, la apuesta se quedó a medias. Además, todos conocemos a Richi, genial para cambiar el ritmo de partido, para remontar… Pero cuando tenía que salir para reemplazar a un Ordín al que generalmente no le salían las cosas (sobre todo a la hora de dirigir) no era el recambio adecuado. Para un base puro sí lo hubiera sido, como tercer base que también puede actuar de escolta (como con Laso) sí hubiera valido. Pero con tales circunstancias y con esa papeleta, tampoco le fue muy bien.


El tercer base fue Jon Santamaría. Su presencia en pista fue anecdótica. En septiembre estaba sin contrato, entrenando por su cuenta, machacándose a la espera de la llamada de su club, que llegó, aunque un poco tarde. No sería justo valorar si tenía nivel o no para la categoría porque jamás tuvo oportunidades reales, sino que más bien recibió un premio por la temporada anterior.


Uriz y Santa siguieron, Danny Lewis, no.


Un cuarto base jugó en ese equipo. Damir Mulaomerovic. Ex de Panathinaikos, Real Madrid, Efes Pilsen… A mí particularmente me ilusionó su llegada. Y su aportación real fue como una bofetada en a cara. Algún buen partido, pero sin ser capaz de cambiar la dinámica, ni de ofrecer un salto de calidad. Pasó con más pena que gloria.


El carrusel de bases del segundo ascenso


Después de jugar una temporada en ACB sin base, porque lo que es un base, como mandan los cánones, y con nivel para la categoría, no hubo; la vuelta a la LEB trajo consigo un director de juego de reconocida trayectoria en la división de plata (aunque se llame LEB Oro). Pero una vez más, la maldición del puesto de base se cobró su presa, Perico Sala.


No puede haber otra explicación, tuvo que ser la maldición, porque el pequeño Sala reunía todo para ser el base que le hacía falta al equipo, tená caracter, experiencia y el nuevo entrenador, Pablo Laso, depositó en él su confianza. Oportunidades tuvo de sobra, pero no funcionó. A esas alturas, los aficionados ya estaban más que susceptibles con el encargado de dirigir al equipo en pista y a Pedro Sala le pudo la situación; las cosas simplemente no fluyeron y su salida fue lo mejor.


El segundo base, teóricamente, comenzó siendo Matías Nocedal. No dudo de que en el futuro se convierta en un gran jugador, pero a Donosti llegó muy tierno y la LEB le quedaba grande.


El tercer base era Ricardo Uriz, que tenía contrato aunque Laso inicialmente no contaba apenas en él. El base navarro tuvo que ganarse a pulso cada minuto y vaya si lo hizo, acabó siendo uno de los pilares del equipo y jugando una temporada más que respetable. Recuperó la confianza perdida la temporada anterior, quién lo diría viendo los primeros partidos de la temporada… Tuvo múcho mérito lo hizo y se ganó todavía más cariño de la afición.


Pero el carrusel no ha hecho más que empezar. Por Sala llegó Rod Brown, que no lo hizo mal pero tampoco fue espectacular. Siendo justos, intercaló más actuaciones positivas que negativas, pero su juego fue irregular. Dejó un buen sabor de boca una vez conseguido el ascenso, pero en mi opinión su no continuidad era obligada, si queríamos prosperar en ACB hacía falta mucho más en ese puesto.


Todavía llegó un base más al equipo, quizá el más anecdótico de todos los que han vestido la camiseta del GBC: David Gil. Un por si acaso, una bala en la recámara. ¿O un talismán? El base andaluz es el jugador con más ascensos a la ACB de la historia de la LEB y su paso por Donosti sirvió para engordar su estadística. Y para nada más.


Pero todavía vamos a nombrar un base más en este equipo. Esteban Martínez. El escolta argentino no entraba en los planes de Laso y la solución fue colocarle de base. Por supuesto, fue un fiasco. Estaban era cualquier cosa menos un base. Eso lo sabía todo Illumbe. El experimento no funcionó y Martínez acabó saliendo por la puerta de atrás.


Sergio y Popovic, la última pareja


Después de no acertar en absoluto con la dirección de juego en la fecha, Laso apostó por dos bases con nombre, reputación y contrastados en la ACB: Sergio Sánchez y Bojan Popovic. No crean que ellos se han librado de ser víctimas del misterioso caso que nos ocupa.


Bojan Popovic llegó desde el Unicaja y con un nombre no sólo en ACB sino a nivel europeo. Su temporada ha sido mala. Tengo la sensación de que el equipo no acaba de seguirle, que nunca se ha hecho con esa confianza total de sus compañeros, esa que les hace seguir sin darse cuenta lo que dicta el que manda en el parqué.


El serbio no ha cuajado en la ACB. Acostumbrado a ser la referencia absoluta, tanto en el Estrella Roja como en Moscú, a amasar el balón todo lo que quería y más, a jugar muchísimos minutos y a que la mayoría de decisiones las tomara él; un papel secundario o, cuando menos, compartido, no le ha sentado bien a su juego. Y la culpa es suya. Que Laso le utilice como segunda opción o que reparta los minutos entre los bases es una decisión legitima y el bajo rendimiento del serbio es sólo responsabilidad del jugador. Ha tenido la oportunidad y no la ha aprovechado, lo que significa que su destino está en una liga menos exigente que la ACB donde pueda imponer su juego. Aquí no ha podido.


Y después queda Sergio Sánchez. Dos realidades hablan de su juego esta temporada: Primera, ha sido irregular, inconstante. Segunda, ha ido claramente de menos a más. Creo que esta temporada sirve como peaje para el andaluz, que no ha cumplido con lo que se esperaba de él pero que -al menos a mí- deja una sensación muy agradable de que el año próximo va a ser el suyo. Su irregularidad ha sido un precio que hemos pagado, pero si queremos sacar partido ha esta inversión, yo sería paciente y confiaría plenamente en él.



Calidad tiene de sobra. Pero no nos podemos equivocar y pedirle que sea un jugador que no es. Sergio va a tirar, Sergio va a penetrar, va a tomar decisiones y a ser valiente. Esta temporada le ha salido mal la mayoría de veces; pero también se le nota mucho más a gusto de un tiempo a esta parte, mucho más adaptado y confiado (salvando las distancias, algo parecido a lo que le pasó a Ilyasova en el Barça la temporada pasada y sólo hay que ver cómo está jugando este año).


El crecimiento de Sergio en el equipo es evidente y puede ser, de una vez por todas, el que acabe con esta maldición. Contrato tiene; calidad, también; la adaptacón ha costado, pero está completada. Yo no tendría dudas. Eso sí, hay que apostar por Sergio Sánchez pero acompañarle bien, con un base con vocación de director, con el que se pueda complementar e incluso jugar juntos.


Puede que aquí termine por fin el misterioso caso de la maldición del base del Bruesa GBC. Puede ser Sergio el encargado de borrarla o, quizá, el próximo fichaje para este puesto. Eso o que al final de la temporada próxima tenga que llegar la tercera entrega de esta historia. Ojalá que no.


De momento, el mejor base que ha pasado por el club se llama Pablo Laso, pero en vez de jugar ejerce de entrenador. Si llega alguien que pueda al menos acercarse al nivel del gasteiztarra dentro de una pista de Baloncesto, tendríamos mucho ganado… 


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