Después de ver el Bruesa-Ricoh Manresa, me da por reflexionar sobre algunos de los protagonistas del partido, que de algún modo también lo han sido de la temporada. Y, a la vez, de cómo hubieran ido las cosas de jugar como el pasado jueves de una manera más regular, pero es lo que tiene jugar sin presión alguna.
Lo primero que me vino a la cabeza fue lo que hizo Lou Roe. Para ser sincero, cada canasta suya hacía crecer mi indignación. Cuando ya está todo el pescado vendido, va y juega su mejor partido de la temporada; pero cuando el equipo le necesitaba era incapaz de marcar las diferencias. Su actuación en absouto maquilla una temporada decepcionante por su parte y si lo que hizo fue venderse de cara al año que viene, desde luego nosotros no nos vamos a picar. No puedo negar que viendo el partido pensé: se va a salir justo ahora que no hace falta, menudo sinvergüenza…
Roe ha demostrado esta temporada que sus tiempos como jugador desesquilibrante se han terminando, al menos al nivel de exigencia de la ACB. Si sólo hubiera demostrado la mitad de la implicación y del compromiso que Andy Panko otro gallo cantaría… Pero el bajo rendimiento de uno de los extracomunitarios ha sido uno de los detonantes por los que nos ha tocado mirar para abajo en lugar de para arriba y ha puesto de relieve otro de los problemas: la falta de una referencia ofensiva.
Contra el equipo barcelonés otro jugador destacó por encima de los demás, ése fue Sergio Sánchez. Pero la actación del base andaluz, lejos de molestarme, como fue el caso de Roe, me provocó ilusión. Es como si fuera el final de la progresión de Sergio como jugador del Bruesa, como si su adaptación, aunque demasiado larga, por fin sea efectiva. Esta vez vi al jugador que enamoró en aquellos play-off de ascenso con el Huelva o el que en ACB se ganó un sitio en las Ligas de Verano de la NBA. Tras el partido se me ocurrió cómo serían las cosas si fuera capaz de ofrecer un despliegue parecido de una manera regular durante toda la temporada y me invita al optimismo de cara al año que viene.
Además, viendo este partido te das cuenta de las diferencias tan pequeñas que te llevan a luchar por la permanencia en lugar aspirar a los play-off. Manresa, aunque no dejó una imagen muy grata en Illumbe, ha jugado mucho mejor que el GBC esta temporada y que para mi equipo quisiera yo a alguno de esa plantilla, sobre todo a Guillem Rubio… Ahora tiene complicado colarse entre los ochos primeros, aunque no imposible, pero su temporada ha sido excelente. Sin cobrar a tiempo, sin saber si el club se iba a pique o no, han desarrollado un juego sólido que lejos de llevarles a sufrir, les mantiene con opciones de entrar en la lucha por el título en la última jornada.
Ya lo he comentado otras veces, en la ACB no hay medias tintas, luchas por el entrar en el cielo o por evitar que te quemen las llamas del infierno y sólo unos detalles pueden decantar la balanza. Por desgracia, esos detalles no le han sido favorables al Bruesa. Todo indica que la clasificación nos va a poner en nuestro sitio, la 12ª plaza, que significa la misma distancia de los play-off y el descenso. Es lo justo. Ni frío ni calor, lo mismo que demostrado y, sobre todo, transmitido el equipo.
Y puestos a pensar en lo que ha transmitido el GBC esta temporada, una de las asignaturas pendientes que más urge aprobar de cara al próximo curso es la empatía entre equipo y afición. Pensando en el desencuentro entre ambos, sería imposible obviar las famosas declaraciones de Laso en cuanto a la presión que sufría el equipo jugando en Illumbe.
A mí, como a cualquier aficionado del Bruesa, en su momento me escocieron mucho, como al que más. La sensación de idignación fue grande y comprensible, y Laso todavía está pagando un peaje por aquéllo. Pero ahora, visto con la distancia que el tiempo te otorga, encuentro un lado positivo en lo que hizo.
Me explico. Criticar al público por parte del entrenador nunca está bien, aunque se haga de manera velada. Pero lo que hizo Laso fue por el bien de sus jugadores. Cuando las cosas vienen mal dadas, un entrenador egoista y cobarde se aparta, echa la mierda al ventilador y deja que todos los que le rodean se ensucien, mientras él sale con su imagen limpita. Ya tenemos experiencia en esto.
Laso, en cambio, hizo lo contrario. Cuando las cosas se complicaron, centró las críticas en él y así sus jugadores dejaron de estar en el disparadero. Cuando el público comienza a silbar a los jugadores, esto, sin duda, no beneficia al equipo y una manera válida de conseguir que dejen en paz a tus chicos, es fijar la atención en ti. Sea o no una buena estrategia, surtió efecto y las críticas que recibía el equipo pasaron a estar dirigidas a Laso. Me parece que hay que tener las cosas muy claras y mucha personalidad para asumir esta carga -una carga que todavía está asumiendo- y meterse en el ojo del huracán.
Para mí, aquella intervención de Laso no fue desacertada del todo, pues al menos, logró que la presión sobre los jugadores amainara. Eso sí, a él si le llevan cayendo palos desde entonces y los asume sin quejarse ni una sola vez. Me parece que hacer una cosa así por el bien del equipo demuestra mucha implicación para con el equipo. Unos prefieren que les regalen los oidos, otros piensan en lo mejor para los jugadores que tienen al cargo.
Es una demostración de caracter importante. Existe un ejemplo a otra escala en el mundo del deporte; un maestro en este tipo de situaciones: José Mourinho. Cada vez que su equipo jugaba un partido importante o pasaba por un mal momento, el entrenador portugués salía y rajaba, echándose a todos encima, prensa, aficionados… El Nou Camp se pasó un partido entero insultándole, mientras los jugadores del Chelsea pasaban desapercibidos y no recibían ningún tipo de presión, un partido que el Chelsea sacó adelante. El peaje que paga es que muchos le aborrecen, le odian, lo que, con su personalidad, no le quita el seño y no evita que sea uno de los mejores entrenadores que hay hoy en día en el mundo del deporte. Se nota que Mourinho domina y hasta se gusta manejando todas esas situaciones.
El caso de Laso es a una escala mucho menor, claro está, pero todo lo desafortunadas que sonaron esas palabras en su momento, tienen su punto de acierto y seguro que es muy respetado por sus jugadores por lo que hizo ya que les sacó la cara. La afición no le respeta tanto… Sin embargo, creo que hay que entender que Laso no tiene ningún interés en llevarse mal con el público, pero si tiene que hacerlo para que su equipo esté mejor, lo hace; de hecho, lo hizo. Para él no trajo ningún beneficio, para el equipo, sí; encontrar la razón de aquéllo y comprenderla puede ayudar a acabar con toda la animadversión que se ha generado contra su figura.
Pensar que Laso ha aceptado el papel del malo de la película pensando en un bien mayor me produce cierta admiración hacia él. Pero esto es sólo una manera de ver las cosas, habrá a quien le valga y a quien no.