El genial bloguero de al lado, el de la máquina de discos, saca la noticia de los políticos jienenses que presentan su campaña a base de platos regionales. Aprovecho también la noticia para dar una vuelta más a la reflexión para saber si el montaje en sí es brillante o cruza esa línea delgada que se convierte en peligrosamente ridículo.
Dicen ellos que hay paralelismos entre buena cocina y buena política porque cuando se cocina se piensa en los comensales mientras que en la política “se debe pensar también en los destinatarios”.
Lo peligroso de los paralelismos es que se desmadren, porque conozco a más de uno metido en la cocina a quien le interesa, fundamentalmente, ganar dinero y cuanto más rápido mejor. Y, como decía Peru Almandoz (Urepel), los jóvenes cocineros salen de las escuelas siendo muy competitivos pero muy poco competentes. Quienes se meten a cocineros deben cumplir algunas características y tres son fundamentales: Tienes que saber, para eso están las madres y las escuelas. Tienes que valer, porque por mucho que sepas si no vales nunca tendrás ese punto que te distinga y, por encima de todo, te tiene que gustar lo que haces.
La buena cocina no es un trabajo, es un oficio.
Que se apliquen el cuento, no basta con querer agradar a los comensales, para eso hacemos la paella de los domingos y si sale bien mejor para todos pero si sale mal no pasa nada, nos hemos divertido.
Si el champaña es del bueno mejor será la campaña, si no es un espumoso que se queda en el ruido cuando se abre la botella.