La moda del “light” ha llegado al vino. Cuando la tendencia es a hacer vinos cada vez más potentes, cuando el calentamiento global nos iba a acostumbrar a tomar vinos de más de 15 grados llega la gran novedad del año. Un vino “desalcoholizado” con una graduación alcohólica de 6,5 y, además, es de Jumilla, de donde se supone que vienen los vinos más potentes del mercado.

Se llama Altos de la Ermita, es de Casa de la Ermita y lo han conseguido a base de una fermentación especial y de una separación de parte del alcohol. Pero lo que interesa es saber a qué sabe.

No lo pueden llamar “vino” porque la legislación se lo prohíbe pero se presenta en botella bordelesa de cuello alto con una etiqueta preciosa marca de la casa, así que es inconfundible.

Y lo que hay dentro es también inconfundible y sorprendente. De entrada la frutosidad y las flores de una monastrell clara y contundente, mucha, muchísma fruta roja y violetas, por supuesto nada de alcohol lo que se agradece porque lo hace muy agradable aunque se haya abierto cinco minutos antes. En boca es fácil, noble aunque ligeramente tierno, la fruta no tiene nada de asperezas, es cierto que ese momento final es cuando se nota la poca graduación alcohólica, es divertido y ligeramente frutal, casi entra como un zumo, aunque sí es verdad que tiene suficiente potencia como para aguantar una comida, al final queda diluido. La parte que se dejó para el día siguiente estaba mucho mejor lo que hace pensar que podría ser un vino para decantar. En torno a los 6/7 euros yo diría que es un vino que merece mucho la pena, incluso sin valorar la novedad “light”.  Eso sí, que nadie olvide que le debe gustar la monastrell, a mí personalmente me encanta.

¿Por qué digo que es un vino para conductores? Ellos mismos lo proponen: “Siempre pensando en ti que viajas, que eres una persona activa, que deseas sentirte ligero después de la comida o la cena…” Evidentemente, un par de copas de este vino con una comida no deben disminuir las famosas facultades.