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Iñigo Galatas

Sopa de ganso

Están locos estos mallorquinos, pero qué vinos hacen.

 Uno, que tiene ascendencia isleña, ha tenido que desembarcar unas cuantas veces, pero no fue hasta hace unos pocos años que se decidieron dar un paso decente por los vinos, al menos no fue hasta hace unos años en que se dieron a conocer como grandes hacedores de vinos.
Allá por los 90 circuló la leyenda de que unos cuantos amantes de la cultura vinícola habían pasado una dura noche de juerga y acabaron diseñando un nuevo vino isleño. Como se daba la circunstancia de que alguno estaba relacionado con, o que simplemente tenían a mano una vieja fábrica láctea pensaron aprovechar las instalaciones y el equipamiento para hacer el vino, al fin y al cabo si de lo que se trataba era de fermentar y macerar en depósitos de acero con la posibilidad de controlar la temperatura ¿por qué no podían hacerlo en depósitos lácteos? Con un añadido: al ser más anchos, había más superficie de contacto entre la piel y el mosto. Y así, se supone que nació el Anima Negra, el primer gran vino que nos cautivó desde las islas, caro, pero cautivador.
En el 2006 uno de los ideólogos de aquella post farra y uno de los grandes defensores de la autóctona uva callet decidió hacer un vino por su cuenta. Se llamaba Francesc Grimalt y se encontró con un socio llamado Sergio Caballero, a la sazón fundador y co-director del Sónar barcelonés. Ambos pusieron dos kilos (2 millones) de los antiguos y así nació la bodega 4 Kilos.
Una idea sencilla: las mejores uvas de los viticultores de la zona. No hay un terreno específico, ni están supeditados a zonas concretas, ellos se dedican a ver, hablar y buscar, sólo eligen lo mejor y quieren hacer sus vinos basándose en la idea de que cada año pueda ser diferente dependiendo de lo que les entre en la bodega. Las fermentaciones se hacen tanto en acero como en roble también dependiendo de las características de la uva. Y la locura les lleva a tener todo tipo de variedades, callet, merlot, cabernet, fogoneu, monastrell y syrah.
El resultado no puede ser más divertido. A todo lo que se puede añadir a un vino mediterráneo (en este caso especialmente la menta) hay toques de mantequilla desde el primer momento, pero no como una grasa empalagosa sino como un una bollería fresca. Y en el 4kilos todo es un baile final, puede parecer que te encuentras con aristas de las distintas uvas, de repente una cosa, de repente otra, pero al final todo tiene su sentido porque precisamente en la variedad se encuentra la esencia de este vino.
Por precio habría que quedarse con el 12 Voltios (un poco más de 10 euros) donde todo está más comedido, resultado de una menor graduación y de menos madera, pero igual de divertido, la diferencia que puede haber entre un cómico consagrado o los que te encuentras en el Club de la Comedia (de donde salen luego los consagrados).
Vinos que asombrarán y, si no, siempre quedarán las etiquetas, en el caso del 12 Voltios una locura del ilustrador Gary Bareman.


Blog escrito escuchando: Kings of Leon – Only By The Night

gastronomia, restaurantes, vinos, recetas

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