El otoño ya ha llegado. Me gusta el otoño, aunque las tardes se hagan más cortas las noches se hacen más largas y las tertulias mejoran en un comedor calentito. Hasta los insultos son más comedidos.
Y si llega el otoño es que el Etxeberri sigue existiendo. No sé qué fue antes, pero son dos conceptos que van unidos. Etxeberri de Zúmarraga y otoño. Los hongos, la caza y el maravilloso pato a la naranja que ya no sirven (o no saben servir) en ningún sitio como este. Si alguien quiere acercarse a lo que es una salsa con brillo e intensa este es el ejemplo más sólido. La auténtica atención “como en casa”, con respeto y profesionalidad. La carta de vinos en su justa medida (siguen faltando champagnes) y un cementerio que para sí lo quisieran algunas bodegas gloriosas.
Sólo entrar en el comedor ya es toda una experiencia, parece como si entraras en casa y que no han pasado ni dos días desde tu última visita, es así de acogedor.
Encantan estos sitios de recetas centenarias, de hacer las cosas como se han hecho siempre, de modernidades las justas, de saber que hay un cocinero que es un artesano bueno y no hace falta más para hacer una casa con buenos cimientos.
¿El mejor plan? Me imagino que quedarse a pasar la noche en el hotel, con una buena copa (porque en cuestión de licores almacenan lo mejor de cada casa) presidiendo la tertulia nocturna y escuchando el carillón dando las dos y las tres…
Y el precio hace que uno se pregunte por qué tienen que cobrar tanto los restaurantes de la capital y encima para que nos les salgan los números.
Lugar de interés turístico, social, etnológico, gastronómico, cultural y hasta económico.

Blog escrito escuchando: Fred Hersch Trio – Night & the Music