Alguien pidió que no publicara esto y, sin embargo me debo a quienes me siguen para recomendarles la octava maravilla, este Pignan 97 directamente de la bodega de REkondo que tuvieron a bien sacar en una cata “privada” a la que tuve la suerte de ser invitado por Edurne y Martín.
Pignan es la segunda marca de Chateau Rayas, un vino mítico de Chateauneuf du Pape. Una bodega que se sale de todos cánones a los que podemos estar acostumbrados. Normalmente cuando hablamos de grandes vinos y Chateaus hablamos de toda la técnica moderna puesta al alcance del vino, hablamos de la selección de viñedos, hablamos de la limpieza en la bodega, del tratamiento de cada vino, hablamos del terruño característicos de la zona o incluso describimos la belleza del edificio que, además, ha hecho un arquitecto con renombre.
En Chateau Rayas, para empezar, el fundador de la bodega Louis Reynaud quitó a mano los cantos que distinguen los suelos de la zona a la voz de “Suelo fino, vino fino.” Dejando un suelo arenoso. Las viñas se entremezclan entre nuevas y las más viejas que sólo alcanzan los 30 años. No hacen nada de lo que se les pide en la DO (por ejemplo no se desclasifica el 5% como es obligatorio) y si el vino de una añada buena puede ayudar a remontar una añada peor, se hace y se acabó. Por no tener, no tiene ni Chateau ni nada que se le parezca, a decir de J y B que estuvieron por allí, aquello más parece una borda de montaña, en todos los sentidos menos en una uno, en la limpieza, la borda de montaña está más limpia.
Pero vaya vinazo hacen. Pignan 97, 100% garnacha que te deja totalmente anonadado porque no te lo puedes creer, La nariz es fascinante, es entrar en un bosque mediterráneo por la mañana temprano, la tierra y las hierbas dando lo mejor de sí, yo qué sé todo lo que se te puede ocurrir, canela, frutas rojas pequeñas, hierbas aromáticas y, después de un rato pasa una doncella sobre un alazán recién salido del lago y lleva una silla de montar nueva, de cuero reluciente. (Es lo que tiene el Ródano, que te hace ser pelín hortera). En boca, aunque pueda parecer que debe estar oxidado por el color que tiene, es puro vino con un toque de fruta en la punta de la lengua y después la sutileza de la madera que viene y va, viene y va, viene y va. Alucinante.
No debe pasar de 50 euros si es que hay (Eguiazabal), pero es el mejor regalo que se le puede hacer a alguien a quien le guste, de verdad, el vino.
Blog escrito escuchando: David Bowie – Fame