Me gustan los bares de los hoteles. Quizás sea porque no te encuentras con el vecino del 5º, quizás sea porque no te viene a saludar ningún pesado, puede ser porque ves personas de distintos lugares, incluso de otras culturas, pegas el oido y escuchas a la gente hablar de tu ciudad, comentan con pasión que acaban de descubrir y que tu llevas viendo toda una vida sin darles importancia.
Pero hay más: no hay tensión porque la gente parece que está siempre de vacaciones y te contagian esa sensación y los camareros, los camareros están siempre atentos, no viven el momento amiguismo de “epa” porque sus clientes son diferentes todos los días y tienen que mantener el tipo. Y suelen tener una mejor preparación, la cadena, cursos, curriculums y los clientes cosmopolitas les hacen estar más atentos a las novedades y los cocktails.
Uno de mis favoritos suele ser el piano bar del Hotel Amara Plaza en San Sebastián. Reúne absolutamente toda la descripción que he hecho y, además, se está muy bien, es muy relajado (siempre y cuando no haya una boda, claro) y, además, tiene ese buen gusto por ser una galería de arte. Además está el piano, resulta que puedes invitar a una persona y decírselo (aquello de la declaración) con una canción, porque el piano está abierto a que lo utilices cuando quieras, siempre y cuando sepas qué hacer con él, claro.
Este como otros bares de hoteles me parece de las mejores opciones en una ciudad.
Blog escrito escuchando: Mayer Hawthorne – A Strange Arrangement