Hace años se descubrió aquello de la “paradoja francesa” y no era nada sexual. Menos infartos en el suroeste francés, tierra rica en grasas de foie, confit y vino, hicieron pensar que algo se cocía en el entorno. Recurrieron al agua y no era bendita, olieron el aire y era la misma, buscaron señales de ovnis y nada, salvo las apariciones marianas de la zona, pero dedujeron que tampoco podía ser eso, hasta que, por fin, alguien dedujo que era el vino.
El bendito vino reducía el riesgo de las enfermedades cardiovasculares. Pero no han parado hasta descubrir cómo se produce realmente la historia. Resulta que (y esto es científico) los polifenoles del vino tinto llevan a las células de las paredes arteriales a producir óxido nítrico (NO), un vasodilatador, según el trabajo publicado en la revista científica estadounidense ‘PLoS ONE’.
Personalmente no me gusta que hagan tantas investigaciones, me mosquean. ¿No basta con que lo sepamos y nos lo creamos? Todas estas investigaciones son en beneficio de quienes las pagan: los laboratorios. Después de lo de la paradoja ya han sacado pastillas que concentran todos los beneficios de los resveratroles de un trago y, lógicamente, necesitarán uvas para eso. “No hace falta que se beba esa botella de vino, tómese una pastilla”. Y a medida que se tomen más pastillas habrá menos uvas para hacer vino. Ahora le llegará el momento a los polifenoles benditos. Haber descubierto el potencial terapéutico de los polifenoles contra las enfermedades cardiovasculares “abre nuevas vías” según los investigadores.
¿Habrá añadas para las pastillas? ¿Serán mejor las pastillas del 2008 o del 2009? No me veo entrando en Essencia o en Lukas para hablar de la syrah o merlot de un laboratorio, eso sí, laboratorio biodinámico en el caso de Dani.
Blog escrito escuchando: Paul McCartney – Desde NY