Lo dice David Seijas (renombrado sumiller y grande del vino) y, el otro día, me lo contó Carlos Muro. La situación es muy clara, cuenta la leyenda que si se devolvieran a las bodegas todos los vinos que salen defectuosos por el corcho, más de una y de dos bodegas cerrarían. Saben los que catan habitualmente que la mayor frustración es abrir una botella “única” y que salga con ese defecto característico, TCA, moho, humedad, conocido habitualmente como “acorchado”, “bouchoné” que dicen los otros.

Mi pelea en contra del corcho natural no va más allá que decirlo de vez en cuando y oir a los enólogos y propietarios de bodegas anunciar aquello de “cuando lo empiecen a hacer otros, ya lo haré yo”. Simplemente no se atreven a incluir nada que no sea corcho natural en los vinos de calidad. Empezaron por los de más abajo, los vinos de año, y ahora el tapón sintético se ha convertido en imagen de vinos de poca calidad.

Pero han llegado los australianos que venden sus vinos por cantidad y calidad (gran calidad) y no se cortan un pelo. En su última visita a tierras australianas Carlos trajo la noticia de una manera clara: “Todos los vinos ya se han acostumbrado al tapón de rosca.” Sin bobadas.

¿Nos acostumbraremos nosotros al tapón de rosca? ¿Se perderá realmente toda la liturgia del vino si el camarero tuviera que abrir un tapón de rosca? O, simplemente, ¿será más natural abrir una botella de vino a rosca? ¿Se depreciaría el trabajo de un sumiller por abrir una botella así? Creo que lo único realmente importante es el vino en la botella que empieza con un gran trabajo en el campo, todo lo demás parece superfluo y, además, ya es hora de que se mueva. Ya lo están demostrando los australianos y se están comiendo el mercado porque este es el primer año en que, al menos en el Reino Unido, sus ventas han superado a todos los demás países que eran tradicionales vendedores con corcho.

Blog escrito escuchando: Lonely Galaxy