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Iñigo Galatas

Sopa de ganso

Un paseo por el Alameda

Cuando se sale de un restaurante y se piensa que ni uno solo de los platos ha tenido una puntuación mediana es que está ante un sitio espectacular. Vale, no es nada nuevo que el Alameda es un gran lugar, desde que me llevaron por primera vez a principios de los 80 a tomar una ensalada mixta, ya era un lugar especial. Ha ido creciendo, ha ido mejorando, no ha bajado la guardia y, en silencio, de una manera discreta, está en las alturas.

Relato los platos desde el primero hasta el último, veo las anotaciones y no veo nada que baje de una puntuación alta (sólo pondría un pero a un falso tartar de txangurro que debería ser más atrevido, más oriental, para salirse del mapa). Desde el aperitivo, una crema de alubias con un puré de berza con trocitos de guindilla y morcilla, las sardinas marinadas que son uno de los platos más especiales que hay en la casa (cuando hay anchoas suelen ser anchoas), el arroz bomba con cintas de txipirón (crudos) es espectacular o las alcachofas con una salsa de parmesano que las hace diferentes.


Cualquier producto del mar, el lenguado, la lubina o la merluza son perfectos, de primera el género y las preparaciones y presentaciones en su justo punto. Y la paloma guisada es el elemento que demuestra una cocina casera de las de toda la vida, consistente la salsa, jugosa la paloma. La tarta cremosa de avellana es una gran adaptación de un clásico y para rizar el rizo el ravioli de aceite arbequina con salsa de chocolate, para demostrar que hay mucha creatividad donde puede haberla.

He visto crecer esa carta de vinos desde que eran dos páginas hasta lo que es hoy en día, una carta muy completa donde están representadas absolutamente todas las denominaciones españolas, pero es que además los cavas y los champagnes se ven por todas partes (recuerdo cuando lo mejor en cava era el Anna de Codorniu). Un Gran Colegiata 01 de Toro supuso una de las mayores sorpresas de la tarde, se había puesto de gala con toques de cuero que lo hacían elegante por 25 euros, un vino con el que disfrutarán, sin duda, los franceses. (Por cierto, se lo digo ahora al sumiller, que no quiso ni saber cómo estaba el vino).

Y encima han entendido los tiempos actuales proponiendo todos los platos en medias raciones de manera que puedes probar mucho sin que haga daño ni al bolsillo ni al peso. Lo que significa que salimos de un restaurante de una estrella Michelín por 70 euros/persona. ¿Quién puede mejorar eso?

Blog escrito escuchando: Fang Island

gastronomia, restaurantes, vinos, recetas

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