Yo tendría en torno a los 15 años cuando conocí la pastelería Aguirre de Irún. Algún mandado me llevó a la zona a una hora lo suficientemente temprana como para poder desayunar un brioche en Aguirre. Me quedé con la copla. Han pasado muchos (demasiados) años y aún sigo buscando una excusa para pasarme por Irún (como si tuviera que haber una excusa que diría Santano) para poder comprar mi brioche en Aguirre, a pesar de todos los impedimentos que han puesto las santas obras en su entrono. Porque recordemos que la pastelería Aguirre está en esa zona donde acaba el Paseo de Colón, desde donde se ve el Ayuntamiento de Irún. Ya no está como para quedarse a tomar el café con leche y untar (los años no pasan en balde) pero los brioches, expuestos como si fueran una instalación, en varios tamaños, y al grito de “elíjalo usted mismo”, siguen siendo igual que siempre.
Aguirre forma parte de esas pastelerías de las que hay muchas, y buenas, distribuidas por Gipuzkoa con una casa central y se acabó. El que quiera mis pasteles que se desplace. Ni siquiera han montado una distribución decente como para que lleguen sus especialidades a esta capital donostiarra. Hay casos contados como Eceiza y Gorrotxategi de Tolosa, pero poca cosa más.
Pues los de Aguirre nos lo han solucionado. A mediados de mayo se lo montan en el Boulevard esquina Garibay, originalmente joyería Aguilar.
Dicen los que pasan más tiempo en la zona que el milhojas no se queda atrás, que no hay otro igual (y ahora empezarán las discusiones) y que llegada la fecha de reyes vamos a alucinar con el roscón que preparan por su esponjosidad. Da igual, lo probaremos todo, lo más importante es que podremos tener siempre a mano el brioche insuperable. Que les vaya bien por muchos años.
Blog escrito escuchando: Pansequito – Un canto a la libertad