Pensaba hacer una disertación sobre tempranillos actuales y un vino fino de Rioja, Martínez Lacuesta del 28. Pero entre tanto me ha llegado esta fantástica foto de mi querida Sara Santos.
El que aparece es Martín Flea abriendo, precisamente, ese Martínez Lacuesta del 28, más que abriéndola, degollándola, porque en Rekondo así se abren las botellas antiguas para no perder el tiempo en corchos raros y porquerías sobre la mesa. Hubo silencio sepulcral en el momento cumbre. Una liturgia que sólo se oficia en catedrales y la recompensa, el paraíso final, es un gran gran vino.
Al final Edurne, la suma sacerdotisa, lo dijo claramente: “Estos vinos son sólo para compartir.”