No se puede ir al nuevo restaurante que ha montado Daniel Boulud (Daniel’s en NY, tres estrellas y entre los 10 primeros) en Londres. Haces la reserva a las 8,30 y te dicen claramente que tu reserva es de 8,30 a 10,30. ¿Y yo qué sé cuánto voy a tardar en cenar? ¿Y si me encuentro a gusto en plena tertulia? “Le invitaremos a levantarse y que continúe su tertulia en el bar.” Ya, pero no es lo mismo. Estilo americano en una ciudad en la que ya saben cómo hacer las cosas para que la gente se sienta a gusto en un restaurante y lo hacen todo para que el cliente esté satisfecho.
Me paso al otro extremo, y hablo de ese bar de Londres en el que por 40 clientes sentados (no es habitual estar en la barra) hay 4 camareros de sala y 2 detrás de la barra poniendo bebidas, Seis personas para atender y puedo asegurar que hay un bar en San Sebastián cuyas copas son más caras que las de este bar.
Y del formato más actual, internet. Prácticos como lo son los hosteleros ingleses las páginas normalmente son fotos y textos claros, no hay bailes inútiles ni músicas ridículas, y donde echan el resto es en la página de reservas. Puedes reservar en un restaurante decente por internet y al momento, sin tener que esperar casi 24 horas a que te “confirmen por correo electrónico la reserva”. Un sencillo programa de reservas permite que sea instantáneo con un código. Pero rematan aún más la jugada, en un restaurante te llaman el día anterior para confirmar tu reserva (aún recuerdo el restaurante de San Sebastián que pide que TU llames al local para confirmar la reserva) y, al día siguiente recibes un correo de agradecimiento con un cuestionario que si quieres rellenas para ponerles a parir o no, pero por lo menos te dan la oportunidad de quedarte tranquilo.
Lo peor, el servicio del vino. ¿Por qué han cogido la manía en las grandes ciudades de servirte el vino como si fuera la última copa que te vas a beber en la vida? Con cuatro servicios acaban con la botella y tu paciencia. De acuerdo que cuando pides el vino por copas te las sirven igual y tienes para toda la comida, pero cuando pides la botella es como para cabrearse. Menos mal que lo ves venir y cuando traen la botella vas a por ella para que no empiecen a servir, se produce un primer momento tenso de tuya mía, al final ganas tu y te quedas tranquilo para resto de la cena. ¿Será porque son prácticos y buenos comerciantes? En esto prefiero otro estilo.
Blog escrito escuchando: Joe cocker – Mad Dogs and the Englishman