Que Juan Mari Humada es un gran cocinero ya lo he dicho un montón de veces, que tiene sus momentos, también, así que prefiero los momentos en los que hace una gran jugada. Los grandes cocineros, además tienen una gran ventaja, les gusta comprar su producto, les gusta pasear por el mercado, les gusta ver, oler y tocar, llevan tantos años que saben perfectamente lo que quieren y qué les hace falta para hacer el gran plato.
Lo mejor también es que cuando uno es bueno no pierde mano para la cocina cocina, llamo cocina cocina a esa en la que sabes perfectamente que en el plato no hay mucho más de lo que te han dicho que hay, la que le enseñó su madre y la que ha transmitido a su hijo, la cocina cocina es una cocina sin tonterías.
Así que tu vas por ahí y sale él y te dice lo que ha comprado esa mañana, te recomienda lo que realmente cree que merece la pena y si hace falta te enseña la pieza para que te convenzas. ¿Por qué se empeñan los cocineros en enseñar los chipirones frescos? Porque el chipirón fresco tiene una capa brillante y un color muy especial y lo muestran con orgullo como diciendo: “mira cómo sé elegir el producto.” Y te dice que la merluza la tiene de esa mañana y te enseña el susodicho chipirón y tu no puedes más que pedírselo y te hace una merluza como le enseñaron en casa en tacos que parecen falsos pero que en cuanto le metes el tenedor está que se sale y en cuanto te lo metes en la boca no comerías otra cosa. Y te hace el chipirón a la plancha que parece que estás en un restaurante junto al mar, aunque estés en interior.
Y dos personas han cenado con un volcán (gran pincho que no dejan de pedirle y que ha convertido en un clásico, lo dicho, las genialidades salen de ideas sencillas) cada uno, tu extraordinario plato de merluza, tu gran plato de chipirón, tu copita de vino, sin postre por 20 euros persona. Dime tu cómo superas eso.
Blog escrito escuchando: Kris Kristofferson – The Essential