Si hablamos de San Sebastián no estamos acostumbrados a algunas cosas. Aquí hay hosteleros que te hablan de que van a montar la terraza del siglo “como en París” y a la que te descuidas las sillas son de aluminio vulgar, las mesas de a duro y las sombrillas llevan la publicidad bien a la vista. Eso me suena más a San Sebastián.
Por supuesto del servicio ya ni hablamos. Las terrazas tienen la dificultad de que es difícil contratar a alguien exclusivamente para dar ese servicio, hay días lluviosos que se puede pasar mano sobre mano y entonces “no se gana el sueldo”. Así que, en general o es alguien del interior del bar por lo que te tienes que poner de pie cada vez que necesitas algo porque “no voy a estar mirando todo el rato para cuatro mesas que tengo”, o es un chico/a con muy buena voluntad a quien pagan poco a cambio de propinas y que desaparece en cuanto tiene ocasión, generalmente con poca experiencia y la cosa va lenta y tediosa cuando no imposible. He visto caer cuatro gin tonics al suelo llenos hasta arriba por la pericia del camarero.
Y si nos acostumbran mal, luego nos quejamos: Me llevaron a una terraza el sábado por la noche. Sillas cómodas, muy cómodas, como para quedarse toda la noche. Las sombrillas propias. La atención eficaz y muy profesional. Y encima un montón de cocktails. El daiquirí sin mentiras, hecho al momento y muy bueno, nos ofrecieron uno de fresa y estaba hecho con ¡FRESAS NATURALES! y al precio de 6 euros, lo mismo que una combinación. El peligro es que está tan refrescante que te bebes el primero de trago. Está al lado del Ayuntamiento donostiarra, se llama Dionis. Por algo tiene un maestro como propietario.
Blog escrito escuchando: Supersilent