Bien, te sitúas, vino de Castilla y León ¿y qué? Sauvigñón Blanc, bien, Tempranillo Blanco, que tu pensabas que sólo los de la Rioja estaban haciendo, y dices, de entrada, “no puede ser”. Tanta complejidad, tantos matices, tanta historia, no puede ser, aquí hay gato encerrado, alguien me está intentando engañar.
Es Ricardo (Richar) Peñalba López quien está detrás del vino, Torremilanos en Ribera del Duero se llama la bodega que fundó su padre en los 70 (camino a Madrid se ve a mano derecha después de pasar Burgos). Y está loco, loco por el vino. Encontró vilñedos de uva blanca de más de setenta años, mezcló con otras que le caían bien y que sabía que le gustaban como por ejemplo la viura, la garnacha blanca (y me juego algo que incluso la moscatel), lo puso todo en barricas nuevas durante un año, con todas sus lías y lo embotella para que disfruten aquellos a los que les gusta el vino. Como si estuviera experimentando todo el rato y le salen estas maravillas.
¿Qué sale? Un vino de oro elegante, un meolocotón, un jazmín, un final maduro, un almíbar por lo glicérido que es, una sensación diferente desde el principio, como si alguien cogiera las flores que te esperas y las domara con paredes de frutas para que se concentraran todas, para que no parecieran horteras. Si quieres catar este vino pierdes el tiempo queriendo identificar aromas, sabores y retrogustos. Este vino es para beber y disfrutar. Callar y disfrutar.
Lo peor es el precio, en torno a los 8 euros en tienda (Enopateka), ¿se puede entender semejante descontrol con un vino tan emocionante? Nos lo van a quitar de las manos.
Blog escrito escuchando: Carolina Liar – Coming to Terms