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Iñigo Galatas

Sopa de ganso

Sigo enamorado de un cerdo… y es vasco


Esta vez la historia es sobre un navarro, de Lekunberri. Un hostelero loco que recibe la llamada del cerdo y decide salir en su busca.

Resulta que José Ignacio Jauregi era un hostelero en Lekunberri empeñado en buscar algo diferente. Hacía una cocina muy de pueblo, de raiz y unas croquetas muy especiales y buscaba el producto que le hiciera diferente. En eso que se cruzó en su camino un cerdo, un Euskal Txerri para ser más exactos y pensó que ese era el producto tan diferente que quería.




Lo aprendió todo sobre el animal en cuestión y lo puso a patorear por campos cercanos a su casa, libres, pocos cerdos en un área extensa, muy extensa, con cantidad de hierba, de todos esos maravillosos frutos del otoño, bellotas, castañas incluidas y hasta setas y hongos. los cerdos llegan de muy jóvenes, hacen su poco de ejercicio, engordan, viven felices para hacernos a todos un poco más felices.





José Ignacio los vigila a diario y cuando ya han cogido su peso se despide de ellos y antes de llegar al plato, pasan por Salamanca, donde se secan otros cerdos de pata negra con ese aire fresco de la montaña.




Una vez hecho el proceso vuelven a Lekunberri con formas y maneras distintas. Transformados en joyas y José Ignacio está satisfecho con el resultado final, por eso mismo es de la opinión de que la mejor manera de mostrarlo es a través de una tienda/restaurante en la que se venden todos los productos del cerdo, Maskarada, muy fácil de encontrar porque está en la misma salida de Lekunberri en la autovía de Navarra. Esas maravillosas patas y todos los embutidos, el producto más fresco como la presa, la pluma, costillas, manitas y demás maravillosas piezas, que si se pudiera comer el andar seguro que también estaría extraordinario.







 

Merece la pena la visita porque uno no sale de ahí indemne, algo siempre te toca el paladar y y notas la diferencia de la que tanto hablan los que se dedican al Euskal Txerri, porque han sabido sacarle partido a la raza, esa raza que nadie quería porque daba poca descendencia, necesitaba mucho terreno y tenía demasiada grasa, salía muy cara en los caseríos. Ellos han sabido darle el respeto, el terreno, la alimentación y el secado que se merecía para sacarle todo el provecho a esa maravillosa grasa. Así de feliz está José Ignacio.

 



Blog escrito escuchando: Prince – Purple Rain

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