Sorprende que nadie haya dicho algo que ocurre en los restaurantes y que sí parece un problema colateral para fumadores, no fumadores y para el propio restaurante, por lo tanto para el resto de los comensales.
Ocurre que cada restaurante conoce a la perfección los tiempos entre platos. Entre que se “canta” la comanda en cocina y van saliendo los aperitivos, primeros, segundos y postres hay unos tiempos muy precisos, te ponen el plato, te levantan el plato, te traen el siguiente y la cocina va haciendo los platos para que a los comensales les llegue en su justo punto, lo frío, frío y lo caliente, caliente.
Pero hete aquí que se levantan uno, o dos, entre plato y plato y son cinco minutos de espera. ¿Qué hace entonces la cocina? Se supone que el plato ya estaba preparado para sacar a la mesa y ahora el dilema es: si lo saca a la mesa los comensales que se han levantado se lo encontrarán frío, si piden que se lo caliente se pasará el punto, y si, por educación y para que toda la mesa coma a la vez, esperan entonces se rompe la cadena en la cocina y, a lo mejor, también tendrán que recalentar un plato que estaba en su justo punto. En cualquier caso se producirá un atasco que afectará a otros comensales que estaban comiendo en sus tiempos exactos.
¿Podrían prohibir los restaurantes el paseo durante el servicio? ¿Tendrán que llegar a un entendimiento con los fumadores de manera que se retrase el servicio 10 minutos entre el primer y segundo plato? ¿O debería ser antes del postre?
Ya se les ocurrirá algo entre todos, porque, de momento, lo que parece que sí ha hecho la tan temida ley es despertar la imaginación y la semilla revolucionaria de los hosteleros que hasta hoy dormían en su cuerpo como un alien al que había que que dar de comer. Tarde, mal y meando fuera de tiesto como suele ser habitual. En fin, solucionemos el problema de la comida y ya decidiremos qué hacemos con las sociedades que ese sí que es un problema encubierto.
Blog escrito escuchando: 10.000 Maniacs – In My Tribe