El problema es que hay que conseguir que el Omega 3 se pegue literalmente al cuerpo, por lo que dicen no vale con tomarlo así, a las bravas. Y estando así las cosas la comunidad científica resuelve hacer un estudio entre 1500 personas adultas con distintos tipos de dietas y van y descubren que: la mejor manera de que el cuerpo aproveche la ingesta del Omega 3 a través del pescado azul es tomándose un par de copas de vino en la comida. Así que una cerveza con un plato de atún no sirve de nada, el agua hace que pase de largo el aceite y, por supuesto, nada de leche que, por lo que parece, aunque se inyecte en la misma composición, no sirve de nada. Vino, ese par de copas durante la comida que a nadie le sientan mal.
Me imagino que quedará por resolver lo del color del vino, al menos no lo han dicho. Se acabaría de una vez el eterno problema del color del vino según la comida que se tome. Y los bodegueros empeñados en ponernos en sus contra etiquetas con qué comidas van mejor sus vinos, como si pretendieran darnos lecciones de urbanidad. ¿Se imagina alguien la etiqueta de un pantalón en la que diga “este pantalón debe ponerse con una camisa de rayas azules”? Hombre, hay cosas que no pegan, lo mismo que alguien no debería llevar rayas con cuadros y los hay que los llevan, sigue habiendo gente que es capaz de meterse una merluza con un clásico tinto riojano. Lo dicho, un santo dos pistolas. Por cierto entre tanto científico ¿y el champagne? ¿dónde nos dejan al champagne?
Blog escrito escuchando: Brian McKnight – I Remeber You