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Iñigo Galatas

Sopa de ganso

Cuando menos te lo esperas aparece Alvaro Sanz


Hay días en que te levantas con suerte. No sabes por qué, pero tienes suerte.

Te encuentras con un local que se ha abierto hace un mes en unas galerías comerciales. Es un snack bar restaurante con pinta de eso mismo. No le das ni media opción porque ya sabes de qué van esos sitios. Pero las casualidades, el hambre y el frío te llevan.

Coges la carta sin entusiasmo pero empiezas a ver cosas que te llaman la atención. Sopa de pescado a la donostiarra, callos como tienen que ser, rabo de buey, y también ensaladas curiosas, croquetas de varios tipos, pescados que no deberían estar ahí y muchos bocatas. Hay algo que no encaja y sin embargo está ahí, además, con medias raciones. Así que te atreves con unas ensaladas, de pimientos asados con lomo de atún escabechado y una verduras cocidas, salmón ahumado y vinagreta de encurtidos. La presentación, los sabores, esas hojas de menta, algo sigue sin encajar, sale a la mesa un pulpo y la carne también tiene muy buena pinta. Sigue sin cuadrar porque el local sigue siendo el snack bar. Pero ves movimiento en la cocina, hay más gente que alguien que saca las cosas de un congelador o que mete platos en el mico ondas. Hay cocina.

Así que al día siguiente vamos a ver lo que pasa, me atrevo con los callos y me quedo sorprendido. Los callos son fantásticos, se nota mucha cocina detrás, un esturión, chipirones encebollados con arroz cremoso y el rabo está lleno de sabores básicos, se deshace en la boca. Hay mucho cocinero con los pies en la tierra y con ideas de una carta divertida y con muchas posibilidades para triunfar.

Y conoces a Alvaro Sanz joven cocinero madrileño con abuela de Marchena (de ahí esos callos tan sorprendentes, no saben las abuelas lo que han hecho por el plato de callos de muchos cocineros) que ha tenido la suerte de andar en un montón de rincones, que ha podido llevar el restaurante de Juan Mari en DF, que ha estado aprendiendo con Martín, con José Juan y que ha estado en un montón de sitios hasta encontrar un hueco donde poder hacer su cocina que es una mezcla tal que tiene que caer bien a todo el mundo. Y sobrado de ambición, además con un equipazo como se puede ver en la foto. Que no se olvide nadie que esto sigue siendo un snack bar restaurante, de esos sitios en los que cualquiera resuelve con una señora que hace de todo, que compran los platos principales en una cocina industrial y que los primeros son congelados. Aquí las croquetas se hacen a mano, el rabo se estofa durante 14 horas y cada cual se ocupa de su partida, así es como funcionan las cosas de verdad.

Se llama NHAC (leido Ñak, una manera que tienen los araneses de decir que toman algo rápido y ligero) y está en las galerías comerciales de Ruda en Baqueira (ese viaje que hago todos los años para desfogarme) y, además, sorprende incluso la carta de vinos en el que el único champagne es Bollinger (alguien que tiene un solo champagne y que no apuesta por aquel que a todos suena, merece una visita) y entre los cavas tiene el Kripta, pero sigue siendo el mismo snack bar.  

El servicio es profesional, amable y eficaz.

Tiene hasta un gin tonic NHAC en la carta que te explica todos los ingredientes que lleva.

Ya digo, no suele ser habitual, tanta suerte sólo espero que la tengan ellos para aguantar la temporada siguiente y otras más.

Blog escrito escuchando: Hanggai Band – Introducing

gastronomia, restaurantes, vinos, recetas

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