Ayer decidimos hacer un homenaje a la jubilación como debe ser.
Manolo es un amigo de la familia de M al que llamamos tío Manolo. Llevamos tiempo saliendo a comer con él, de hecho muchos de los comentarios de restaurantes que aparecen por aquí se hacen con él porque es un gran gourmet al que le gusta comer. Esta misma semana ha estado en el Landa de Mendaro (la cuarta vez en un año). Cuando entra en los restaurantes lo primero que me dice es: “Pide el champagne”, antes incluso de que nos traigan las cartas. Luego un vino y, al final, siempre su gin tonic.
Ayer abrimos un ínquilino que teníamos por casa y lo probamos. Profesionalidad: la puntilla, cuchillo más ancho, el jamonero y la chaira.
La botella que acompañó a dicho inquilino fue una botella de Krug regalo de tío Manolo.
En toda esta historia no habría nada de extraordinario (salvo el jamón y el champagne, claro) si no fuera porque el tío Manolo lleva más de 25 años jubilado. Se jubiló a los 62, como los de antes, y ha cumplido 90 años. Así que cuando nos jubilemos nosotros todavía nos quedarán 25 años por delante, con la esperanza de poder entrar en los restaurantes al grito de: “Una botella de champagne para empezar.”
Y aquí el profesional dando el primer saludo al señor. Con qué destreza mete la puntilla y empieza la faena: