En el último mes un par de amigos cocineros han estado en El Bulli. El primero sólo habló de las maravillas que había vivido, una de las experiencias gastronómicas de su vida.
El segundo escribió todas sus sensaciones. Y como lo dio y me dijo que “hiciera lo que quisiera”, he pensado que lo que quiero es compartir lo escrito. Así que aquí va un pequeño corta y pega de este amigo cocinero. No digo su nombre por una obviedad, si se quiere presentar ya lo hará.
Sobre la comida:
Los platos son sorprendentes, sabores y texturas indefinibles…
La comida transcurre y nos sentimos a gusto, como en una corrida de Curro Romero,
buenos platos, espantas y algún plato como esas medias verónicas impresionantes,
técnicamente perfectos. Pero la comida empieza a asustamos…
…algún plato nos lo zampamos con esfuerzo. También llegó el apartado temático a la trufa, empezamos emocionados pero acabamos saturados…
Platos de caza, con sus dedicatorias también de mar y montaña y con la liebre como protagonista, joder lo que da de sí una liebre. Al final castañas miméticas, blini de yogurt, nem floral, terrón de azúcar al te y lima, coca de vidre, filipinos, rosa de manzana y laureada y sableada caja.
Sobre el servicio:
empieza el festín, más de cuarenta platos! Claro que eso supone unos doscientos platos en nuestra mesa, qué pasada, pero para ello por lo menos tiene que venir el camarero cincuenta veces o más. Contando que en el comedor hay unas setenta personas, (creo que decían que no daban a más de treinta o cuarenta), por al Iado nuestro pasan unas trescientas veces. Sin exagerar.
los de la mesa de al Iado venga que sacar fotos, el de la otra mesa se ha encasquillado, y no deja de dar la murga a la camarera y a los que estamos al Iado, qué pesado, esto y a este nivel en Francia no pasa, y hasta sus operadas acompañantes se empiezan a cansar.
… entre sorpresas e increíbles sabores llegamos al final, las texturas son fragilísimas y nos damos cuenta que la mayoría de los platos los hemos comido con las manos, a mi no me importa y creo que a los de esa famosa guía tampoco.
Sobre el otro servicio:
Curiosamente el baño no es muy grande, un urinario, y en otro habitáculo una taza, abiertos por arriba como en los aeropuertos, mientras alivio oigo los ruidos extraños y
conocidos que produce mi circunstancial vecino y deduzco que no lo está pasando muy bien. Me hago una pregunta, ¿cuántas estrellas tiene? O ¿estos señores de las estrellas no tienen necesidades? Me vuelvo a la mesa.
Sobre toda la experiencia:
La verdad es que el menú ha sido variado, cincuenta platos, con aperitivos y snack de increíbles sabores, extrañas y concienzudas mezclas y texturas infantiles que recuerdan a texturas de chuches de niños. Platos, bueno no sabemos si son platos con cocina sin calor o más bien cocina de laboratorio en un restaurante, los que mas nos gustan son aquellos que recuerdan a la cocina mediterránea, y hay producto, recuerdan al mismo restaurante en otra época .Estos guiños nos descolocan. ¿Volverán a tocar acústico?
Al final la experiencia única, no ha sido tan exclusiva, la magia estaba, o ¿eran los trucos de magia? Mucha tensión, experiencia intensa, tarde currista, espacio increíble,
cala impresionante yo qué sé.
Nosotros nos volvimos en nuestro Ibiza de alquiler, sin saber si volvíamos tan contentos que como cuando habíamos llegado.
El rey desnudo.
Y eso es todo amigos.