Pero donde peor lo pasa es con tantos platos y tantas interrupciones. No puede más, dice que ir a un restaurante y estar pendiente de cada plato con los cinco sentidos durante 4 horas es agotador. “No hablas más que de comida, sólo hablas de lo que tiene cada plato y cómo te sientes ante él, pero lo peor es que cuando empiezas una conversación te llega de nuevo el camarero a explicarte el plato y cómo te lo tienes que comer.”
¿Nos estamos pasando? ¿Le estamos dando demasiada importancia a la comida?
Nos movemos, de nuevo, en un terreno peligroso, ¿cuándo ha empezado todo esta historia de considerar la comida como un arte? Pero aún así, ir al Museo del Prado y que te expliquen cada cuadro y cómo lo tienes que ver puede tener su gracia, para eso vas en grupo con un guía o te coges los auriculares, pero ¿si no te interesa hacer todo eso sino descubrir el arte por ti mismo, o haberlo leido antes? En un restaurante, suponiendo que es arte, ni siquiera te dejan esa opción.
En Mugaritz quieren cambiar el sentido del servicio de sala pero me pregunto si me dejarán la opción de colgar el cartel de “no molesten”. Lo descubriré en su momento y lo haré con ella porque hace tiempo que no va a Mugaritz y dice que hasta el momento ha sido la experiencia más satisfactoria de cuantas ha vivido y han pasado ya unos cuantos años.
Blog escrito escuchando: The Staple Singers – Stax Profiles
Pd.: Hablando del arte y la cocina, la semana que viene prometo un par de historias muy curiosas, tremendamente curiosas para que no nos creamos nada.