Hay muchas bodegas con el nombre del propietario, pero una bodega que, ademàs, se declara de viticultor es una auténtica declaración de principios. Si a eso se añade que la persona es biznieta del primer agricultor que plantó esos viñedos de verdejo en La Seca (Valladolid), entonces hay que pensar que hay mucho respeto detrás de ese vino. Pero un viticultor, por el mero hecho de serlo, no tiene por qué hacer buenos vinos. Hay un mundo hasta que llega a la botella y se corren ciertos peligros, así que la botella se abre y se bebe con precaución.
Y cuando lo haces y dices: “Yo no me puedo creer lo que estoy bebiendo” Sabes que has encontrado algo diferente. Estoy tomando un verdejo (100 % verdejo) fermentado en barrica y estoy acostumbrado a beber tablones cuando me encuentro con estos vinos, te anestesian la boca con una madera exagerada y una fruta que nunca estuvo en la botella. En este vino todo empieza en la nariz donde aparece una fruta blanca y algo de melocotón pero enseguida sale la mineralidad, parece que te han puesto tierra en la copa, te lo metes en la boca y lo mismo. Hay fruta, ligeros toques hasta de manzana verde, lo mineral aparece de nuevo como si quisiera dar un golpe de autoridad, la madera perfectamente equilibrada en este vino con un paso por boca muy graso y ese final ligeramente amargo que proclama la verdejo.
Este vino es todo un ejemplo en la materia, un vino de cenas elegantes y con mucho porte, con algo importante que decir, con un precio que confunde porque está en torno a unos 15 euros y el vino parece más. Un vino que hace Javier Sanz que se declara viticultor y que le da a la botella el nombre de las tierras de su bisabuelo: Villa Narcisa.
Blog escrito escuchando: Mary Lou Williams – Live At The Cookery