Abría y se le seguía llenando, parece que a la gente no le importaba ni los cierres ni el cartel que seguía exihibiendo mientras no le dieran el aprobado, ni nada. Cocinaba, a la gente le gustaba y nadie se quejaba. Sólo las autoridades y esta ya era la última, debía cerrar, ni multa ni nada, el cierre y él no lo entendía, al fin y al cabo las cajetillas de tabaco seguían diciendo “fumar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor” y la gente seguía comprándolos y el estanco al lado de su restaurante seguía abierto vendiéndolo.
El piensa que mientras la gente siga entrando en su restaurante él debería poder tenerlo abierto.
Blog escrito escuchando: Mavis Staples – Live Hope At The Hideout