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Iñigo Galatas

Sopa de ganso

El niño está para comérselo


Este mismo fin de semana no llegamos a sentarnos en un restaurante plagado de niños. La situación parece bien sencilla, si no quieres, no te sientas. El problema ocurre cuando ya estás sentado y empiezan a atacarte por todos lados. Lo sufrimos el miércoles pasado en un restaurante con una criatura que no dejaba de berrear y, como los padres ya estaban acostumbrados, no les parecía que su criatura estuviera molestando a los demás.

¿Así que se ha montado una con los bilbainos porque han prohibido la entrada de niños? Como siempre, parece que han inventado la prohibición. Hace ya muchos años que se prohiben en las grandes ciudades, es más, en una ciudad tan humana como New York los prohiben incluso en sus sillitas en las terrazas, “ocupan espacio y molestan el servicio y a los clientes” dicen ellos y tienen razón. No hace tantos años un hotel recién inaugurado en Hondarribia lo decía claramente en un cartel en la entrada del hotel, no se admitían niños porque era un lugar de silencio y descanso.

Hay muchas maneras discretas de decirle a alguien que no quieres niños sin tener que decirlo claramente. La música, los precios, el tipo de producto y, desde luego, no animar con menús infantiles o “ya te pondré una croquetitas para que los niños coman algo”. Si hay un parque infantil y hay un menú infantil, lo más probable es que haya niños por los alrededores, al menos se entiende que son bienvenidos y a partir de ese momento te la juegas.

Me parece bien la prohibición porque no todo el mundo tiene a sus hijos tan educados como para que se estén quietos durante una comida (hace años un niño francés de unos 7 años no sólo estuvo sentado con la espalda recta y las manos sobre la mesa durante toda la comida entera sino que comentaba plato a plato con sus padres y abuelos y era un restaurante estrellado) pero, sobre todo, porque un restaurante o una cafetería no es un lugar al que se va a corretear, berrear ni a discutir, así que, como en todas partes, si no sabe usted comportarse, váyase. Tampoco sé si la mejor solución es enchufarle a la criatura con un DVD o con sus preciados juguetes. Y antes de que nadie me crucifique por malvado, no tengo hijos, pero tengo sobrinos y hasta que han sabido comportarse ha habido mucho parque infantil, mucho verde por donde correr, hamburgueserías y pizzerías. Lo peor es que ahora nos cuestan más.

Blog escrito escuchando: Armstrong plays Disney

gastronomia, restaurantes, vinos, recetas

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