A lo que iba, yo llegué a mi primer restaurante en San Sebastián y ahí se recibía con un “chiqui chiqui”, que era un cocktail de la casa, una copa de bienvenida, un aperitivo que servía para lo que sirven los aperitivos, para abrir el apetito y, porqué no decirlo, para que circularan las palabras.
Pero eso se ha perdido, ¿en qué momento pensaron los restaurantes que era mejor preguntar por el agua “con gas o sin gas” antes que preguntar si “tomarán los señores el cocktail de la casa”? Tiene que volver. Te dan la carta con el menú degustación, incluso te proponen un maridaje y tu no haces ningún esfuerzo en la elección de los vinos, pero en el aperitivo eres libre para pedir o no pedir. Ahí es donde estamos perdiendo el norte.
Cocktail de la casa (o cóctel que me da igual), un aperitivo recomendado, que abra boca, que sea ligero, que no empache, que no anule sabores y que sea único si es necesario. Un buen cocktail es necesario porque asienta el estómago y hace amigos, cosas funsamentales para empezar una buena cena.Ayer, en el marco del Zinemaldia, se estrenó uno nuevo en el Mirador de Ulía, ligero porque se hace a base vino blanco, punto de acidez porque lleva manzana, punto de hierbas por los botánicos y la frescura final por el cava. Bien porque es ligero y tiene un punto de amargura que hace que sea un aperitivo perfecto. Lo mejor es que va acompañado, debe ir acompañado, de unas únicas aceitunas que jamás nadie podría encontrar en ningún olivar y dos o tres le van perfectas a ese cocktail.
La creación es de un tal Pepe Doni, campeón entre campeones, maestro coctelero, presidente de la cosa de los barmen de por aquí y un pilar entre los barmen internacionales, un monstruo que ha creado un cocktail que tiene pinta de convertirse en un clásico de la casa.
Por cierto, el humo sólo era para la presentación. Más adelante ya no se pondrá, el cocktail limpio, ¿como debe ser?
Blog escrito escuchando: Pete Seeger – Where Have All the Flowers Gone