Dentro de nueve meses sabremos si ha merecido la pena quedarse todos este tiempo sin los momentos del Cristina. Sin esas noches tranquilas, cuando quieres escaparte a tomar algo sentado sin muchedumbres que te molesten (salvo cuando hay una boda que, entonces, es imposible). Sin esas tardes de copa de champagne antes de salir a cenar. Sin esas reuniones en las mesas de los pasillos con un café puesto con la mayor de las elegancias. Sin esas cenas maridaje con bodegas de postín. Sin el Saigón (a pesar de que la última cena en el lugar no fue de las mejores) que esperemos que vuelva con aires renovados. Y, lo más triste, sin el gimnasio que ha sido el lugar donde he quemado durante todos estos años los excesos y donde he coincidido con Bruce Springsteen desnudo en el vestuario y eso es algo que no se olvida nunca.
Ahora nueve meses de espera, es mucho tiempo nueve meses, yo qué sé qué puede pasar en estos nueve meses. A lo mejor me hago de alguna religión que me prohibe volver por estos derroteros, a lo mejor ni siquiera vivo en San Sebastián. En fin, dentro de nueve meses esperemos que el caballero que cumplirá los cien años venga con aires renovados que lo diferente sea mejor y que lo que siga igual también esté mejor. Dentro de nueve meses sabremos si ha merecido la pena la espera, sólo espero estar aquí para poder decir que sí.