Quizás alguno más, pero pocos. Es un pueblo de Valladolid que dicen que tiene hasta 3 restaurantes de altura. Tuve la suerte de que me llevaran a uno de ellos y me encanta descubrir cocineros de semejante talla, capaces de hacer una cocina personal, muy local en un lugar así, tan apartado. Una cocina limpia y clara sin tonterías, sin millesimés y sin “stages” porque Miguel Angel de la Cruz es un cocinero joven hecho a sí mismo sin moverse de la casa familiar, sin haber tenido que pasar años en otras cocinas para aprender o para que le viniera la inspiración. Ha hecho lo que sabe hacer y con los productos que tiene al lado y ha descubierto mucho.
El local se llama La Botica, en la puerta dice asador y el interior es muy castellano de la tierra así que no te esperas nada especial, te dicen que hace cocina con producto local y de la zona castellana en la que está y te enteras que el pueblo vive de la piña piñonera, es decir, de los piñones (que venden en todo el mundo) así que esperas que todos los platos sepan a piñón porque no te fías, pero te sorprenden con este menú degustación:
El aperitivo es sencillo pero es una declaración de intenciones:
Pan de piñón y membrillo, croquetas de lechazo y apio rizado
A partir de ahí todo un festival de cocina sólida, con sabores claros y presentaciones elegantes
Esto es un escabeche de codorniz y encurtidos de la huerta pero con una sorpresa
La piña verde que se utiliza como un limón, lo aprietas y sacas el jugo ligeramente ácido que completa el plato.
Tomate confitado con una sardina
Fantásticos lomitos de trucha, hinojo, flor de saucoen helado y salsa de ajoblanco
Un plato que representa esta cocina como ninguno, pulpo a la brasa (no hay que olvidar que es un asador) con pesto de piñones, uno de los mejores acompañamientos que he probado últimamente. Todo armónico y sencillo.
Unos sencillos garbanzos de Hornillos pero de una textura tan cremosa que a ojos cerrados no sabrías que estás comiendo garbanzos.
Capuchinillo de morcilla, una forma original de presentar la morcilla local.
Y el canelón, el plato de carne.
Un ligero helado de queso con piñones
Y el remate del que deberían aprender muchos jóvenes que dicen hacer cocina de la tierra. Piñones y pinares, romero y cosas diversas que hace que termines la comida recreando un paisaje, con todos sus aromas y su frescura.
Lo mejor es que todas las presentaciones de piñones, cuando los hay, son diferentes, te saben distinto, no te cansa en ningún momento.
Un servicio como tiene que ser en todo ese estilo de locales tradicionales y el vino de Alicia y Vidal Soblechero completaron una comida que jamás pensarías que podrías tener en un pueblo de poco más de 1000 habitantes. Estos descubrimientos son los que merecen la pena el camino.
En twitter: @guiabuenamesa