Me llevaron a unas conferencias en Barcelona, se llamaba Wine & Culinary y reunió en Barcelona a lo más granado del mundo de la sumillería y algún cocinero que sabe de las cosas del vino. Estas son algunas conclusiones que me pude imaginar:
1.- Que hay sumilleres que están empeñados en hacer de su oficio un tratado de ciencia molecular y armonía. Sus razones tienen y es que el cocinero de dedica durante horas, días y, a veces, hasta meses en perfeccionar un plato con una serie de ingredientes que va proponiendo para que todo quede perfecto, pruebas y más pruebas para equilibrar aromas, sabores y experiencias para que alguien decida pedir el vino más potente de la carta y se lo cargue todo. Ellos trabajan con el cocinero hasta tal punto que serían capaces de decirle a un comensal “márchese de aquí si ha venido a estropearnos el día.” Es un mundo complicado porque son capaces de identificar hasta una docena de sensaciones cuando a ti te basta con decir, “está dulce”, sobre todo porque no puedes perder el tiempo en identificar aromas que no te interesan.
Estos sumilleres entienden que su oficio va mucho más allá de servir el vino, pero no cabe duda de que a veces se convierten en talibanes de las armonías.
2.- Pero están esos otros, también grandes de verdad y trabajando junto a los mejores chefs, a los que no les importa tanto las moléculas, los aromas y las armonías. Son más de la opinión de que un buen sumiller tiene que ser un buen compañero de mesa, alguien con el que te apetezca sentarte a la mesa, si quieres un maridaje completo te lo hacen y si te apetece una botella en concreto también. Están más a favor de que la comida tiene que ser una experiencia positiva y no un tour de force para ver quién es capaz de adivinar más aromas y sabores.
3.- Que los restaurantes deberán bajar los precios de sus vinos porque ese puede ser uno de los motivos de que sus cuentas sean tan altas y el motivo por el que cantidad de gente se esté quedando en casa. Hoy en día puedes enterarte del precio de un vino en concreto gracias a tu móvil y es inútil que te convenzan de que tienen que almacenar el vino cuando sabes que el distribuidor le lleva una botella hoy y otra mañana.
4.- Que los famosos vinos parkerizados se están acabando. Incluso parece que al mismo Parker ya le cansan los vinos de alta graduación y está buscando cosas más sutiles, vinos en torno al 12%, como lo han sido de toda la vida hasta que llegó la moda.
Ojalá sea así, los vinos serán amigables con la comida, con toda la comida.
5.- Que la casa Torres es una fuerza viva en el mundo del vino que cuando organiza algo lo hace de maravilla y atrayendo a los más grandes de verdad, cuándo si no se ha visto sobre un escenario a las primeras figuras que pudimos ver, o entre el público a más primeras figuras con las que se puede hablar de tu a tu.
6.- Que Torres sigue teniendo el catálogo de los mejores vinos de este país. Su Más La Plana es un vino del que nos olvidamos que existe y está que se sale, su Gran Sangr e de Toro (“no el Sangre de Toro que se vende en supermercados” decía el mismo D. Miguel Torres) es un vino más que excelente, pero es que, además, tiene un Jean Leon Reserva que no se puede creer cómo está. El tratamiento que hace la casa de las uvas cabernet sauvignon, cariñena y garnacha en su máxima expresión debería tenerse en cuenta en todas las bodegas. En fin, que me he convertido en un apasionado de esos vinos.
Una más que debería darme vergüenza decir, pero tal como lo dijo sobre el escenario lo digo. Una sommelier importante y muy considerada en todo el mundo estuvo trabajando entre nosotros durante dos años y la conclusión que sacó de su paso por Mugaritz fue:”los vascos sólo beben RIOJA y TXAKOLI.”
En twitter: @guiabuenamesa