Después de la segunda guerra mundial los americanos empezaron a tomarse en serio la expansión europea de su bebida nacional. En Francia se encontraron con la oposición de la izquierda que, en algún momento de la batalla, se encontraron como aliados a los productores de vino. El argumento era que la bebida americana socavaba el tradicional consumo del vino, que, como se sabe, es la bebida nacional francesa.

Está claro que los franceses defensores de lo suyo no consiguieron sus objetivos. Pero, por lo que parece 60 años después se ve que tenían razón.

Desde el año 75 el consumo de vino por persona y año se ha reducido de 104 litros a 40 y ha aumentado el de bebidas carbonatadas y refrescos. En España las cifras son aun peores y la gente empieza a preguntarse el porqué de este asunto, porque lo más sorprendente de los estudios en cuestión es que el consumo ocasional de alcohol, el de fin de semana, el del botellón ha aumentado.

Dicen que es porque se está haciendo mal la publicidad, y vistos algunos anuncios la verdad es que muchos bodegueros están haciendo que los jóvenes huyan despavoridos. Dicen que es porque las leyes son muy duras. Dicen que es por las prisas, que a la hora de comer ya no apetece abrirse una botella de vino (aunque cada vez hay más restaurantes que ofrecen vinos por copas).  Dicen que es por el precio de los vinos.  Digan lo que digan lo que está claro es que no conseguimos lo que queremos:  convencerles a la gente, a los jóvenes y a los mayores que esto del vino es una cosa cultural,  que está muy rico, que es entretenido porque es muy diferente, que no hace falta beberse las marcas ni las etiquetas y que ni siquiera hace falta hacer caso de las tonterías que, casi siempre, decimos. Lo único que realmente importa es disfrutar con una copa de vino.

En fin, que habrá que aprender como se dice “este vino está muy bueno” en chino.

En twitter: @guiabuenamesa