¿Cuantas veces intentamos buscar una imagen que represente lo tradicional?  Una palabra, un producto, a veces incluso una cocina.  Pero siempre es difícil,  suele haber pequeñas diferencias, a veces es alguien que te suele decir que “eso no es tradicional ” como cuando las migas ya no se hacen con grasa de cerdo, o como cuando ya no encuentras anchoas en aceite de girasol.  El caso es que lo “tradicional” ya no es como lo que era antes.

En el mundo del vino riojano nos estamos acostumbrando a hablar de tradición en cuanto se mete la madera entre los dientes, te dan un tablonazo en la nuca y te sale la palabra “tradición”, y parece que abres una vaina de vainilla en lugar de abrir una botella de vino y te sale la palabra tradición, o abres un tarro de esencias de frutas rojas y parece que la palabra tradición te ha entrado por las pupilas.

Pues es todo mentira, mentira de las gordas porque si hay una sola y única representacion de la palabra tradicional es la botella y el contenido de Viña Bosconia. Empieza por la botella borgoñona que siempre le ha distinguido. Esa etiqueta tan elegante y resultona que te lleva a otra época,  la añada,  porque la bodega saca el vino cuando está para beber (ahora sacan el 2003) sigue con un color único teja al que ya no estamos acostumbrados. Un primer aroma a cueros elegantes como si entraras en una tienda de Loewe, te llena la boca y tras unos segundos te sale una fruta muy medida, en su sitio, sin molestar. Tempranillo, garnacha, mazuelo y 

Viña Bosconia es de López de Heredia y esa bodega se nombra sin haciendo una reverencia porque la familia se la merece, la reverencia y una genuflexión si hiciera falta. Les debemos mucho y el tiempo les ha dado la razón. En este caso concreto, tradición tiene el mismo valor y significado que perfección.  Yo no querría otro vino y a 15 euros ( Lukas San Sebastián) creo que alcanza lo sublime.

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