Y restaurador viene porque se cuenta que cuando algún viajero llegaba a una posada en el camino el propietario le decía que le iba a “restaurar” gracias a una sopa, una sopa que restauraba el cuerpo. Lo que viene siendo un caldo como debe ser.
En estos días tan fríos lo que más puede apetecer es un buen caldo, un sencillo caldo, un maravilloso caldo. Por eso mismo me llevan los diablos todos esos sitios que dicen “Tenemos Caldo” y que no aguantarían ni una primera ronda de interrogatorios sin confesar que le han metido un cubito para darle sabor. Vergüenza debería darle a todos el mundo no poder hacer una preparación tan sencilla y tan básica como un buen caldo de lo que sea.
Si no tiene secretos y sólo necesita especial dedicación los 15 primeros minutos en que lo haces. Los huesos, la gallina si te apetece, la carne, el morcillo tan necesario, dorar las piezas necesarias, el agua, desespumar, echar las verduras a placer, fuego bajo y olvídate de él. ¿Tan dífícil es? Ni siquiera es de primero del BCC, es una lección que ya tienes que traer aprendida de casa.
Sobre costes se puede discutir, pero los huesos te los regalan, al menos deberían hacerlo, la media gallina vieja sale baratísima y el morcillo, depende a quién se lo compres lo mismo. Las verduras, ese nabo, zanahorias y hierbas diversas no psalen por más de un puñadito de eurillos. Y lo mejor es que tienes caldo para varios días y carne, porque si te quieres poner de auténtico cocinerillo arrancas con esa carne con tomate y pimientos que noes que restaure, sino que hace el numerito de Lázaro, aquel de “levántate y anda”.
Secreto: Para una carne especial, de esas carnes que sólo saben unos cuantos, además del morcillo pide a tu carnicero la “reineta”, al principio te dirá que eso no existe, que no la tiene, pero tu insistes porque es la mejor pieza, la que se guardan para casa y sólo hay una por cada animal.
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