Hace mas de 20 años en un viaje de fin de semana en Madrid fuimos a uno de esos clásicos infumables de la Villa y Corte, uno de esos castizos en los que no hacen más que tomarte el pelo y cobrarte lo que no está en los escritos por unos huevos estrellados que no entiendes cómo aún se hacen y siguen teniendo éxito (que conste que he vuelto al local, invitado, otras dos veces y nunca he salido contento ). Lo dicho, hace 20 años en ese local tan madrileño, tan de la tierra, se me ocurrió pedir un vino de la zona no voy a describir la cara del camarero que me lanzó la carta con desprecio y me dijo que, si quería, había algún blanco. Lo pedimos y nos arrpentimos. Ahora no sólo podrían hablar de los grandes vinos blancos, sino que podrían hacer una carta exclusIva de vinos de Madrid, aunque conociendo el percal lo dudo.
Hace un par de semanas hablé de otro tinto lleno de garnacha, de esa garnacha tan diferente que se hace fina y elegante y resulta que aqui nos encontramos con quien se declara el precursor de todo ese movimiento en tierras del centro de la península. En la bodega Viñedos de San Martin declaran: “Somos la primera bodega de esta zona en apostar por el potencial de la garnacha para hacer vinos de calidad.” Se encontraron en la finca con garnachas casi centenarias y decidieron trabajar con ellas para hacer unos vinos que se saltan a la torera todos los supuestos que se tienen de determinadas uvas.¿Qué pensaríamos de la garnacha si no tuviéramos estos vinos que nos han abierto otra puerta?
Frescura, fruta y flores, pero sobre todo frescura para seguir bebiendo, y seriedad, mucha seriedad, se ve que es un vino hecho por y para alguien que sabe disfrutar de la vida, al menos es lo que creo o al menos así debería ser porque este es un vino muy muy bueno de esos que apetece pedir sin parar. ¿Estará hecho por un guipuzcoano y no me habré enterado? Lo malo es que no se puede encontrar muy fácil, recomiendo la red donde se encuentra por unos 14 euros.
En twitter: @guiabuenamesa
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