Me cuentan de un restaurante top en la ciudad de San Sebastián al que se le acaba de jubilar una de sus camareras lo difícil que es encontrar a alguien que realmente sea buena en la sala.
No encuentran quien tenga verdadera entrega, quien viva la profesión, quien tenga una auténtica vocación.
A pesar de tanta universidad y tanta escuela no debe ser fácil porque, efectivamente la vocación no se enseña, ni siquiera sé si existe, lo que sí debe existir es la calidad humana, las ganas que debe tener uno de estar en contacto con la gente, tener educación y querer estar/ser atento. Creo que esas son tres de las bases fundamentales para hacer un buen camarero.
Cuendo alguien te entrega una carta y no te dice ni un “hola” o cuando pides la bebida que hace veinte minutos que pediste y te contestan con un “hay sed, ¿eh?” o cuando para llamar la atención tienes que levantar la vista y los brazos como si estuvieras pidiendo socorro en el agua, es evidente que falta alguna de las tres cosas.
Una franquicia de las de fast food ha introducido una característica fundamental en sus nuevos camareros y es la diversión. En estos tiempos díficiles han decidido que los camareros deben ser divertidos, deben saber transmitir alegría a los clientes y por eso basan sus cursillos en enseñar a los empleados a dejar los problemas de su trabajo en casa, olvidarse de todo lo malo y centrarse en que la gente que sale del local debe habérselo pasado bien.
Y yo me pregunto: ¿Es esa la labor de un camarero? A mi personalmente me vale con que sea educado y sepa dar la respuesta adecuada que estoy buscando para que me sienta cómodo. El problema es que no sé si eso lo enseñan.
En twitter: @guiabuenamesa